lunes, 6 de octubre de 2008

La memoria y el Colisionador de Hadrones

Ricardo Candia Cares
Los estragos del olvido pueden llegar a ser mucho más terroríficos que aquellos generados por la tortura, el exilio, la guerra. Ante éstos últimos siempre cabe la posibilidad de la reparación del daño. Pero cómo se recupera el cuerpo y el alma de la laceración del olvido, si hay quienes se empeñan en olvidarse de recordar? Una cosa es la amnesia, que es la incapacidad para acceder al recuerdo, otra cosa la notable capacidad para no querer hacerlo y levantar cada vez que sea necesaria, la punta de la alfombra para meter ahí, aquello que de vez en cuando aparece sin que sea llamado.

Olvidarse de recordar es como quedar voluntariamente a oscuras en una casa enorme y desconocida y disfrutar el placer de saber donde está el interruptor. Pero a veces lo brutal de estos ejercicios, lo vejatorio de sus implicaciones, supera lo que ya creíamos insuperable.

Nos enteramos por la prensa que una universidad ha entregado el Premio Héroe de la Paz al ex presidente Aylwin, sin recordar, sin querer hacerlo, el papel vergonzoso que jugó el galardonado no hace mucho en la corta historia del Chile contemporáneo. Los aplausos del selecto auditorio no permitieron evocar que el premiado ex presidente, un día de agosto de hace años, y siendo presidente del PDC, declaró inconstitucional el gobierno del Dr. Allende, condición necesaria para que los milicos, bayonetas entre los dientes, asaltaran La Moneda y la Fuerza Aérea la bombardeara, y que posteriormente justificó por el mundo ese asalto e hizo esfuerzos por convencer a la comunidad internacional de su necesidad.

Pero si este olvido autoinducido genera un escozor parecido a la vergüenza, la guinda de la torta la pone el mismo festejado. Comparte el honor del premio, oh!, paradoja, con quien no dudó en sacar a miles de soldados a las calles para atacar al pueblo desarmado y liquidar en una sola jornada a decenas de personas, en plena dictadura. El señor Aylwin, autor intelectual de la justicia en la medida de lo posible, reivindica el papel jugado por el golpista Onofre Jarpa, Ministro del Interior del mismísimo dictador. Debió sincerar aún más las cosas y derechamente evocar con emoción a Pinochet.

Pero el ataque de este virus que invita a olvidarnos de recordar no sólo se da en personalidades del ámbito oficial y de la derecha. Comprobando que cierta izquierda que no piensa, no actúa, no arriesga ni una pizca, como dice ese joven irreverente nacido en Azhinhaga, ni sabe para donde va agregamos nosotros, está dispuesta a pagar el precio que sea para alcanzar una alcaldía, comprendemos que vamos a tardar en terminar de asombrarnos..

Con un rubor del que no somos responsables, nos enteramos que dos ex ministros de la Concertación, Ricardo Lagos Weber y José Miguel Insulza, se aventuraron por los recovecos de Pedro Aguirre Cerda para hacer una jornada casa a casa para la campaña de Claudina Núñez, candidata comunista a alcaldesa por el Pacto Juntos Podemos en esa comuna.

Que no representaba Insulza lo peor de la prepotencia concertacionista, el deprecio por todo aquello que no tuviera el tufillo reposado de palacio y la continuidad de un sistema económico despreciable por inhumano? No era el ex Ministro Lagos Weber, hasta hace poco, el vocero de un gobierno que se olvidó del pueblo, que traicionó sus propios postulados y que gobierna con la derecha?

Cómo se puede entender que ahora, por la intercesión de una ingeniería electoral inexplicable, ambos personeros, otrora abominables concertacionistas, aparezcan ofreciendo de esto y de aquello y cazando votantes de la mano con la aguerrida compañera Claudina? En qué quedamos?

El Premio al Héroe de la Paz al ex presidente Aylwin y los casa a casa de los ex ministros en compañía de connotados militantes comunistas, son incomprensibles.

Un amigo físico me explicó el funcionamiento del Colisionador de Hadrones y tampoco entendí nada.

jueves, 25 de septiembre de 2008

ELECCIONES MUNICIPALES

Ricardo Candia Cares

A esa tomadura de pelo monumental llamada elección, le llega su turno en versión municipal. Comienzan los preparativos para cumplir con el rito que guarda en su naturaleza el ADN de un sistema profundamente antidemocrático. La gente vota, pero no elige. Esta última función está a buen resguardo en las oficinas de los partidos que finalmente tienen la palabra, como quedó demostrado con el nombramiento de Marcelo Schilling para ocupar el puesto del fallecido Juan Bustos y como se demostrará cuando Renovación Nacional determine a dedo el sucesor del diputado Álvarez, y de la diputada Herrera que la pillaron llevándose para la casa fondos fiscales.
La única función trascendente, para qué estamos con cosas, reservada para las elecciones, organizadas y dispuestas así como son ahora, es la de legitimar todo lo obrado. Lo que hubo, lo que hay y lo que habrá. La pregunta que responde aquel que vota es si quiere ser comido con papas fritas o arroz graneado.
Y ahora que la cantinela parece tener agotados a gran parte de los habitantes, cuando son muchas las voces que se levantan para decir hasta cuando, el sistemita da una nueva lección de capacidad para resolver su sobrevivencia.
Se quiere instalar la falacia de que las cosas serán diferentes si los que hasta ahora han sido izquierdistas extra parlamentarios, tienen acceso por la vía de una ingeniería que da para todo, a algunos cupos municipales. ¿Qué se puede esperar de uno, dos, tres, cuatro o cinco alcaldes y decenas, incluso centenas de concejales venidos de un mundo que ha mirado el sarao por la ventana en los últimos veinte años, en un sistema político dominado por una antigua mayoría que quiere las cosas tal como están, per omnia secula?
¿Qué puede pensar la gente común, la gente de izquierda, el allendista sin partido, el pueblo llano, de la decisión de trasvasijar votos de aquí para allá con la esperanza de asegurar aunque sea una municipalidad, por la vía de votar por uno como Ravinet, sin ir más lejos? ¿Es posible pedirle a la gente decente tamaño sacrificio por una alcaldía? Que levante la mano el que es capaz de aguantar las arcadas.
¿Cómo podemos seguir creyendo que esta democracia, es decir, la posibilidad de votar cada dos años por casi los mismos apellidos, permitirá alguna vez cosas distintas a lo que hemos conocido en los últimos veinte años?
Indigna pensar que por esta vía sólo habrá gobiernos, parlamento y municipios que sean o de la Concertación o de la derecha. El resto de los habitantes parecieran no existir.
Mientras tanto se afinan los acuerdos entre el gobierno y parte de la izquierda, aumentan quienes no se inscriben, votan en blanco o nulo como forma de decir no quiero que me metan el dedo en la boca.
Y quien hará la fila, entintará su dedo y elegirá de los nombres impresos, uno de ellos, en realidad lo que estará haciendo es determinar quien se lo va a cagar no más termine el recuento de votos, con el perdón de aquellos que, aún siendo parte del modelito, han tenido conductas decentes. De haberlos, los hay.
Si la fuente de la legitimidad de la institucionalidad tal como la conocemos, que dista de ser lo democrática que nos merecemos, son las elecciones citadas puntualmente cada dos años, habrá que ponerlas en cuestión con la fuerza que da una gran cantidad de personas que no se inscribe, no asiste a las urnas o si va, sólo lo hace para no exponerse a la sanción que el Estado adopta para corregir tamaño delito, pero, o vota en blanco o anula. Y aún cuando optare por alguna de las opciones, lo hace por el mal menor, lo que con el paso de los años, se ha transformado en el mayor de los males. Porque ese ciudadano, progresista, buena onda, democrático republicano, amigo de la democracia, enemigo de los autoritarismos, defensor del medio ambiente, izquierdista desde siempre, simpatizante de las causas nobles, hasta ahora, no tiene alternativa.
Me pregunto qué pasaría si se sumaran y multiplicaran las cifras de quienes no se inscriben, votan blanco, nulo o no votan, los que en la última votación presidencial fueron 4.381.000 personas, las que podemos comparar, sólo para efectos visuales, con el total de mayores de 18 años a la misma fecha: 11.323.000 habitantes de este país.
Tomar la decisión de no votar a conciencia pura, aunque sea exponiéndose a las sanciones que la ley, otra vez la ley, reserva para los rebeldes, debiera ser un acto de dignidad. Sumar miles, cientos de miles, millones que digan no más, debe transformarse en una táctica política democrática. Levantar todas las voces posibles, desempolvando las que gritaron ayer y los que hoy callan, para no aceptar que los mismos de siempre abusen de los privilegios que les están negados a todo el resto, debe ser un camino para democratizar de verdad nuestro país.
No más. Que se elijan entre ellos. Que se vayan todos. No basta con exigir cambios mínimos. Si fue posible superar la dictadura, ¿por qué va ser imposible conquistar un país democrático? ¿Por qué no podemos exigir una constitución nacida efectivamente de la voluntad de todo Chile y no sólo de un grupo de iluminados, achanchados en sus sillones desde siempre?Corresponde generar un movimiento que tire al tacho de la basura a la actual Constitución. He ahí la madre de los males que sufren los chilenos que no son grandes empresarios, funcionarios del gobierno o dueños de multinacionales. No hay cambio que beneficie a la gente común, que no pase por un cambio constitucional.
Y cómo no usar para este propósito esa energía que con tanto entusiasmo generan esa gente buena onda que ha apostado a participar en las elecciones suponiendo, de absoluta buena fe, que el hacerlo permite una mayor visibilidad, que se ganan espacios, que aunque sean poquitos votos, se avanza en consolidar posiciones, que se avanza en organización y se reconstruye una mística que se creía perdida.
Pero los hechos, porfiados como siempre, demostrarán que las elecciones serán lo que vienen siendo: se van a repartir más o menos en las mismas proporciones las municipalidades entre quienes las han administrado desde siempre. Para el caso da lo mismo. La izquierda extra parlamentaria valorará su porcentaje, probablemente muy parecido al anterior, saludará el avance que significa ganar más o menos las mismas alcaldías y un número no muy distinto de concejales.
Luis Díaz es un eterno y esforzado candidato a concejal por Quinta Normal a quien conozco desde siempre. Fue candidato en las primeras elecciones municipales el año 1992 y su nombre en los muros de la comuna sirvió para que mi sobrino Yerko aprendiera a leer. Yerko, que ya ha votado en varias elecciones por Luis Díaz, es casado y tiene una hija. Por estos días ha vuelto a leer el nombre de Luis en las mismas murallas y me ha comentado que le está enseñando en ellas las primeras letras a Canela, su bella hija que ya se entusiasma con eso de leer y que alguna vez tendrá edad para votar.
Para entonces quizás haya algún Pacto con la Concertación que permita incluir a aquellos que por tanto tiempo han sido marginados del sistema.

martes, 16 de septiembre de 2008

Los sobrinos de la Concertación

Ricardo Candia Cares.
“Después el mar es duro.
Y llueve sangre”.
Pablo Neruda

Si le hacemos caso a las estadísticas, compradas por quienes necesitan mentir con respaldo científico, son cada vez más jóvenes los que caen en las redes transversales de la violencia. Una turba de muchachos asalta un mini market, un menor de edad cae asesinado por otro menor de edad, una mujer es acribillada por un marido adolescente reventado por en veneno de la droga, un imberbe escala las fortificaciones de los que lo tienen todo para sacar un pedacito, bandadas de perdedores en edad de colegio, salen a las calles y arrasan con lo que pueden, un pendejo de octavo básico apunta, aprieta el gatillo y hace fuego.

Cada once de septiembre, un par de centenares de jóvenes entregan su opinión acerca de la economía, la sociedad y la cultura mediante el expediente de destrozarlo todo, encender fogatas y tirarle piedras a lo que pase cerca de sus barricadas. Algunos, los dueños de la opinión pública y de casi todo lo demás, insisten en darle un carácter político al reventón que sigue a las expresiones de recuerdo, conmemoración o celebración que se hacen cada vez que llega la fecha del bombardeo y posterior ataque terrestre de que fue objeto La Moneda por los militares chilenos.

No se equivocan. A su manera, los habitantes de los guettos construidos en los últimos años, dicen lo que piensan mediante una forma de hacer política que no está definida en las leyes, pero que sin embargo, se mueve. Es ilustrativo que los desmanes que con mayor profusión alimentan los noticiarios con imágenes que recuerdan que el caos está a la vuelta de la esquina, sucedan precisamente en comunas que muestran los mayores índices de pobreza, drogadicción, alcoholismo, marginalidad y delincuencia. Y resulta curioso que ahora no sean los mismos de siempre los que incitan a la violencia. Que se sepa, la chusma que sale a quemar lo que encuentren a su paso no está digitada por Moscú, ni por los partidos de izquierda extraparlamentaria, aguachados a al espera de un sillón parlamentario.

Qué hace entonces que en los barrios pobres se dispare la violencia contra todo lo que huela a cosa distinta? Que la policía, los medios de comunicación y cualquier institución del estado, desde un consultorio hasta el generador de ondas ensordecedoras, se transformen en blanco de pedradas, bombazos y disparos? O es mera casualidad? Los analistas insisten en decir que los muchachos que causan el estropicio cada año, no habían nacido para cuando el golpe de estado, como si ese atraso histórico lo justificara todo. Y, desde el poder, los ministros y demás autoridades ofrecen formalizar a todo el que haya sido sorprendido en actos de barbarie. Como si esa fuera la medicina mágica que lo va a mejorar todo.

Pero, en realidad, para La Moneda y el Ministerio de Hacienda, estos inmaduros colegiales socialmente díscolos no existen. Son una especie de cosa rara que sólo aparece cuando hay actos de vandalismo después de un partido de fútbol, después del rock, o al cierre de una fiesta con mucho alcohol y drogas. Y también, para el once de septiembre.

Para los mandamases, las cifras de crecimiento responden perfectamente a lo programado y una barullo más o un muerto más entre los muchachos que andan de jarana y le meten piedra, bala o puñal a todo lo que les contradice, son cuestiones que tiene que ver con la policía en cualquiera de sus expresiones, y no con la política, la economía, la cultura, ni con el modo en que este país se viene haciendo.

Algo huele mal en Chile. Desde el punto de vista del que ordena y planifica, parientes cercanos de sus beneficiarios, todo anda perfecto y aún es posible resistir la inestabilidad mundial. Desde la mirada de los que mantienen la pax chilensis, las cosas se hacen bien, y para el que no le guste, siempre se podrán mejorar los esfuerzos de las sofisticadas máquinas de perseguir y controlar.

Dijo un general de Carabineros que muere Chile cuando un policía es baleado y luego se cayó el helicóptero que lo traía del shopping en un mall panameño.

Pero, muere el país, o por lo menos agoniza, cuando un poblador es cruzado por las balas de la policía o un adolescente perece congelado debajo de un puente o una joven madre es asesinada por su igual de joven pareja aturdido por la droga, o un niño se derrite consumido por el pegamento que aspira para engrupirse al hambre y el desamparo? Muere o agoniza Chile cuando un pendejo de doce años asalta a un ciudadano portando un arma propia de gansters o milico?

Algo está pasando más allá de los ministerios y de palacio. Calcularon mal quienes prometieron una sociedad diferente. Y ese fracaso tiene su mejor y más trágica expresión en los niños acribillados por la droga, la delincuencia, la desesperanza y las balas. Y por el odio que comienza a aflorar por todos lados cada vez que hay una lejana razón para darlo a conocer. Sea un partido de fútbol, un concierto rock, demasiado alcohol o droga, o el once de septiembre.

La Concertación, como se ha dado el trabajo de demostrar cada vez que puede, es estéril. No ha podido generar hijos que tomen su legado y lo proyecten más allá. Pero si dios no les ha dado hijos, el diablo se ha preocupado de darle sobrinos. Abran los ojos o busquen donde emigrar. Estos muchachos parece que llegaron para quedarse. Después no digan que no se lo dijimos.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Si alguien ve a la Presidenta, por favor...


Ricardo Candia Cares

....avísenle que murió calcinada Juana María Pichinao y otras cinco personas que aún no han sido identificadas en el pueblo de Santa Bárbara en la Región del Bio Bio. Así, la autoridad podría entregar su pésame a las familias respectivas, y enviar el avión presidencial por si necesitan algo, tal como lo hizo, con justificada razón, para la tragedia de las estudiantes del Colegio Cumbres en días pasados.

Habría que decirle que la noticia de esta tragedia apenas ocupa algunas líneas de los diarios de hoy.

Si se entera de este hecho, la presidenta podría encomendar a la Ministra de Educación o a alguna otra autoridad, para acompañar a los deudos y poner cara de pena en las noticias de las nueve. Habría que informarle también que se trata de familias muy pobres que vivían hacinados en una casa de madera y se calentaban sus huesos con carbón y que eso incendió su carencia.

También decirle que no son nombres muy conocidos ni relacionados con las mayores fortunas del país, ni son dueños sino de su miseria. Y sugerirle que haga el mismo gesto que hizo con los familiares de las familias ricas y poderosas. E informarle que no se ha escuchado de ninguna autoridad algún mensaje de condolencias para las familias afectadas. O será que no son suficientes seis muertos y que nueve sí lo son? Será que morir en un accidente de tránsito es distinto que achicharrados en una casucha de madera?

Habría que avisarle también que entre los muertos, hay un niño.
Gracias.