lunes, 21 de septiembre de 2009

La izquierda binominal

Ricardo Candia Cares

En un notable intento por agotar la capacidad de asombrarse por la vía de las innovaciones espeluznantes, nos enteramos que al sistema electoral binominal, cuyos efectos son una educación, salud, sueldos, pensiones, barrios, medio ambientes binominales, ahora se agrega una izquierda binominal.

Definiendo la exclusión como la ausencia de sus dirigentes en el parlamento, el Partido Comunista termina por aliarse con la Concertación abandonando todo lo dicho en veinte años. Renunciando a las exigencias hechas respecto del sistema, mostrándose para la foto con aquellos que antes, no mucho, denostó por continuadores de la dictadura, agentes de la CIA, enemigos del pueblo, entre otras linduras, intenta convencer que lo que ayer era malo, ya no lo es.

El binominalismo global, que termina por enterrar a una parte gloriosa de la izquierda, se veía venir. Un buen ejercicio de enlace lo vienen haciendo en la CUT, compartiendo las prebendas y el freno de mano, con los actuales socios de la Concertación, conspicuos dirigentes de partidos oficialistas. Con el propósito de controlar posibles salidas de madre del movimiento sindical, los otrora ardientes revolucionarios se han despachado hasta mejores tiempos las posibilidades reales de cambios en un sistema que huele a mierda de vacas.

Los dirigentes de izquierda binominal, aumentando los grados de desconcierto existentes, bien pueden ir ensayando fórmulas para explicar la trisección del ángulo, la duplicación del cubo, la cuadratura del círculo. Aquél que diseñó o pirateó el remolino, desordenado y chascón símbolo de esa partecita de la izquierda, que vaya pidiendo el pago de sus honorarios.

Porque resulta un ejercicio de imaginación, locuacidad o francamente de chamullo monumental, explicar cómo de un momento a otro, aquellos que fueron por un quinto de siglo los antagonistas entre los cuales podíamos ubicar a anticomunistas probados, delatores profesionales, cómplice documentados del dictador, entre otras denuncias estrepitosas, hoy, por el arte de la transformación binominal, son socios a los cuales se abraza ante las cámaras de televisión sin que se mueva un músculo.

Los esfuerzos de la Concertación para que militantes comunistas accedan o intenten acceder, al Congreso, tiene más por objetivo consolidar el sistema electoral, que dar pasos para poner fin a la exclusión política. El día en que un extraparlamentario pise los salones del Congreso, se sellará por muchos años la posibilidad de terminar con el principio por el cual hoy se reparten el botín los mismos de siempre.

Facho entre los fachos, Longueira tiene razón. La entrada de un comunista en el Congreso, hace que este sea todo lo democrático que necesita por cuanto estarán todos los que son. Que parece que son. Por lo tanto, no es necesario que se haga modificación alguna.

Se cierra de esta manera la posibilidad cercana de levantar algún movimiento de masas que supere este largo momento gris y amargo para tantos. Condenada a las cadenas de la tontera, eso que se llama izquierda se desangra por entrar al ruedo de las votaciones cada dos años con la esperanza de que ahora sí. Las votaciones siguen siendo la Meca hacia donde se arrodillan y ruegan las islitas de ese archipiélago deforme que algunos dicen que es la izquierda. Ese bosque encantado que confunde y ayuda a confundir.

Se han sepultado bajo una cripta sellada las herramientas que han posibilitado los únicos avances democráticos logrados en el orden capitalista: la vía de la movilización, entendida en su sentido correcto, para diferenciarla de la miserable agitación. Ninguna ley o medida tomada por el estado y sus organismos, que haya significado un beneficio para los perdedores profesionales de este país, ha sido por la buena voluntad de los que mandan. Ha sido siempre por la vía de la movilización que no poco sufrimiento ha significado para muchos.

A lo poco que había, se debe restar ahora el portazo que los dignatarios de la izquierda al garete dan por la vía de rendirse de la manera más impresentable: aliarse con aquellos que hasta ayer no más eran los administradores del modelo, traidores a la memoria de Allende, insensibles con el sufrimiento del pueblo, aliados de la derecha en la administración neoliberal, entre otros epítetos de calibre similar.

Quedarán para otra oportunidad y en el mejor de los casos para otros hombres, jugarse la opción de levantar otros sueños. Fulminados por el virus contagioso del pragmatismo, algunas islitas de este plagio llamado izquierda, deberá disolverse y servir de humus para otros brotes. Deberá desaparecer en un trance de degradación biológica hasta quedar convertida en un abono que recicle otras oportunidades.

El modelo y lo que lo constituye, seguirá a tranco firme su sendero. En lontananza no se ven nubes amenazantes. Todo está claro y el sol brilla en lo alto. Los desordenados, los chascones y sus canciones rebeldes, los poemas de amor y de combate, los sueños y las utopías, que descansen. Hasta nuevo aviso.

El ministro Vidal entre ruido de sables y rugidos de F-16

Ricardo Candia Cares

A la entrada victoriosa del Ministro Vidal al Senado, junto a los tres comandantes en jefe de las fuerzas armadas, le faltó solamente rodear el edifico del parlamento con tanques mientras la fuerza aérea, para robar puntería, derribaba el edificio mediante un preciso bombardeo.

Si por modernización entendemos, modernizar las maneras de las Fuerzas Armadas para derrocar gobiernos legal y legítimamente constituidos, entonces vamos por buen camino. El hecho de que el prepotente ministro Vidal haya subido de categoría para dirigir defensa es un buen augurio.

Con un gesto parecido al delantero que dispara un penal o un actor que representa a Otelo, el ministro Vidal ha cultivado un gesto de bronca aplicable a todo aquel que no esté de acuerdo con sus brillantes puntos de vista. Así se aun colega ministro o un patipelado cualquiera.

Condecorados y adustos, los comandantes en jefe escoltaron al Ministro en su comparecencia al Senado con el fin de presionar a los legisladores en sus proyectos magníficos para perfeccionar el mando de las Fuerzas Agramadas, agregándole ahora un escalafón más: el Estado Mayor Conjunto.

Con el velo de misterio habitual en un aspecto al que la democracia aún no llega, la defensa nacional sigue siendo un tema resuelto entre cuatro paredes y un cielo raso. Sin embargo, a favor de la transparencia hay que decir que es un avance que se publiquen, con una frecuencia de miedo, los chanchullos, coimas, comisiones ilegales, negocios truchos y mariguancias propias del Mercado Persa, en las que se involucran hombres de armas y material de guerra innecesario y vergonzoso.

Este 19 de septiembre habrá novedades en la Parada Militar. El ministro Vidal tendrá motivos de sobra para sacar pecho. Más de 120 aviones, primos hermanos de esos que volaron La Moneda con el presidente Allende adentro, rozarán el Campo de Marte dejando a su paso un rumor de motores a toda velocidad, y una cuenta en combustible que será secreto de estado.

También dejarán algunos recados que se podrán leer entre las estelas azules expelidas por las potentes turbinas. Como los mensajes enviados los vecinos. Cuidado. Meterse con Chile es meterse con el matón del barrio, transformado en el mayor comprador de armas de la región si se considera su población.

Otros lectores viven más cerca. El poderío militar de las fuerzas armadas chilenas, el que se puede ver y el que se sospecha en las agencias de inteligencia de las distintas ramas, las que, obvio, habrán visto incrementados sus equipos, entrenamiento y personal, en la misma proporción, pueden tener aplicaciones locales.

Los mensajes que emanan de los rugientes motores de los F-16, a sesenta millones de dólares la unidad, deben llegar también al mundo civil. Resulta una notificación a los porfiados que aún creen que los derechos de los trabajadores se conquistan luchando, porque nunca nadie les ha regalado nada. Que las reformas políticas que harán de éste un país de verdad democrático, serán alcanzadas, más tarde o más temprano, mediante gigantescos procesos de movilización las que incluirán, necesariamente, jornadas de desobediencia civil y huelgas nacionales.

Las fuerzas armadas, financiadas con la riqueza de este país, deben estar sometida al control democrático de sus habitantes. Hasta ahora, sólo un puñado, los mismos de siempre, son quienes manejan lo que afectará a todos. La participación de los sectores hasta ahora marginados de la toma de decisiones y de la discusión de los asuntos del estado, resulta una amenaza que para el sistema es necesario alejar.

Así, el sistema político que se aplica en Chile, es coherente con las necesidades de la Doctrina de Seguridad Nacional, vigente como filosofía de las fuerzas armadas. El binominalismo que inhibe el acceso a poderes del Estado a parte importante de la población, el sistema económico fundado en el mismo principio de exclusión y todo el resto, es parte de un todo en que las armas ponen la garantía final

Mientras no se destierre de las Fuerzas Armadas las concepciones autoritarias que han permanecido incólumes en su interior, los procesos, democráticos y necesarios para la lucha política, estarán viviendo bajo una persistente amenaza.

Demostración de lo anterior fue el ruido de sables, verdadero proto amotinamiento muy cercando al tancazo de julio del 1973, que significó la irrupción prepotente en el Senado de Vidal y sus escoltas con charreteras. O que se explique un significado legítimo y menos intimidante de esa operación.

El 19 de septiembre se estará frente a un nuevo Día de las Glorias del Ejército. Habría que ver si en esa tradición en que se celebran proezas tales como la Pacificación de la Araucanía, la matanza de la Escuela Santa María, entre otras glorias no menos heroicas, se encuentra la madre de todas las batallas: el asalto y Toma de la Moneda.

Y si se les puede agregar otras proezas de renombre, como la del Retiro de Televisores, Colombo, Caravana de la Muerte, Albania, Cóndor, entre otras no menos heroicas.





miércoles, 16 de septiembre de 2009

Los otros hombres, dónde están?

Ricardo Candia Cares

¿Qué pensaba Salvador Allende mientras la Fuerza Aérea de Chile lo bombardeaba, el Ejército le disparaba sus tanques y el Cuerpo de Carabineros era secuestrado por un miserable traidor innombrable?

La muerte en combate de Salvador Allende legó un reguero misterioso que pervive. Las versiones de su muerte, a veces dejan de lado el hecho innegable de su consecuencia. El hombre sabe lo que hace cuando muere. Tras de sí, deja el fusil caliente que defiende La Moneda, el eco de sus tiros perdiéndose y algunas palabras disparadas con buena puntería.

Su último discurso tiene un dejo de amargura. Arrastra su voz un velo decepcionado por la traición de aquellos en los que creyó. Pero tabletea un eco de valentía fidedigna en el metal tranquilo que habla. Ordena la batalla, piensa, teme. Condena al cobarde traidor innombrable, y lo expulsa de la historia por una letrina indigna.

Ahora es el siglo XXI. El héroe ha errado. Los hombres de las grandes Alamedas brillan por su ausencia. Los sucesores del hombrón, con los músculos de la vergüenza atrofiados, perfeccionan todos los días la política implementada por la dictadura para limitar lo más que se pueda la libertad que creímos ganada una vez que la tiranía comenzó a desaparecer en lontananza. Que comenzó a ganar con sus tiros, el Chicho.

Arrebatados por la amnesia del buen pasar, han perfeccionado la normativa que limita el derecho de las personas a expresarse libremente en las calles. Conciben, financian y dirigen un sistema de vigilancia y espionaje a través de la sucesora de la temible CNI, la actual ANI. Las anchas Alamedas están sembradas de cámaras de vigilancia.

Las últimas palabras del hombre tienen un peso dramático por la conciencia pura de saber que en efecto, serán, las últimas. Que el fin ha llegado y de una manera que no imaginó: cercado, atacado por los cuatro costados, asfixiado, bombardeado. La lealtad escaseando, sólo un puñado combate con él sin la opción de rendirse, transitando al Oriente Eterno. Con el miedo necesario para tener el valor a flor de corazón

Declama lo que tiempo transformará en un prólogo ético insoslayable. De cierta manera, esas palabras quedan hermanadas con el Diario del Ché. Se parecen porque emergen una vez que la muerte ha hecho lo suyo. Y porque esas letras y palabras, son hilvanadas sin una previa meditación, dichas o escritas en un tránsito que debió ser otro. Rescatadas como un corto lapso de historia, emergen como un destello trágico que nos informa de los rincones de la vida que no se pueden descubrir sin que no nos salpique la sangre y las lágrimas. Pero escritas y dichas con la caligrafía y dicción de los escasos héroes.

Con un AK colgando del hombro, la muerte rondando por ahí cerca, no habrá sido fácil improvisar un discurso. ¿Habrá tenido la oportunidad de pensar en las palabras que habría de pronunciar en una situación no prevista como la que finalmente fue, en sus alcances postreros?

El misterio de esas palabras está en lo que esconde. Tantas veces cantadas y tantas veces escuchadas, tantas emociones es capaz de descubrir. Y tanto que esconden. ¿Dónde están los otros hombres debieron superar lo gris y lo amargo? ¿A quiénes se refiere?

Por los barquinazos que ha sufrido la historia en ese lapso, es legítimo temer el extraviado de ese ideal de hombre, de esta metáfora. El hombre nuevo de la Unidad Popular, es un desaparecido más, quizás el primero y el último.

Los hombres y mujeres, que más temprano que tarde serían capaces de superar ése momento gris y amargo y su secuela de terror, dolor y muerte, no aparecen por ningún lado. El último tercio de siglo sigue siendo gris y amargo para los que no alcanzan a disfrutar de la luminosidad asombrosa y el sabor dulzón del éxito: los perdedores de siempre. Sin Alamedas al alcance de la mano.

¿Dónde estarán esos hombres y mujeres? ¿Habrán nacido ya o habrá que esperar a condiciones más propicias? ¿Pasarán por nuestro lado sin que nos demos cuenta de su existencia? ¿Se les pasó su cuarto de hora, vivieron y se extinguieron sin que nadie, ni ellos mismos, supieran del papel que se les había asignado? ¿Sucumbieron en los ministerios, el parlamento, las reparticiones públicas y en la empresa privada, ensopados por los beneficios del poder y la riqueza al alcance la mano? ¿Formarán herméticas sociedades secretas para mirarse en espejos biselados, y dormir en laureles nonatos?

Los hombres y mujeres destinados a superar el extendido gris con su correspondiente amargura casi eterna, seguirán siendo un misterio. Hasta que emerjan del rincón más impensado, con otra manera de ver, con otras interrogantes y preguntas, con otras manos y otras visiones, habrá que tomar las medidas para sobrevivir.

Llegarán acaso con sueños intactos, aún sin manosear. Con otra magia y otros balcones. Con otras armas colgando del hombro. Así sea.

Inscripciones, plazos, exclusiones y chistes

Ricardo Candia Cares

La razón esgrimida por La Moneda para no ampliar el plazo de inscripción en los registros electorales solicitada por Sebastián Piñera fue la más singular de cuántas pudieran encontrarse: no parecía serio, en palabras de la Ministra Tohá.

Con el mismo sentido del humor, la diputada que derivó en ministra, agregó que al gobierno le parece que esta democracia funciona adecuadamente como para que se estén haciendo cambios en las reglas del juego cuando un proceso está en pleno desarrollo.

La magia de las encuestas CEP detona de vez en cuando estos arrebatos de humor democrático. De un momento a otro a los sostenedores del sistema les baja este afán, probablemente encendido por la inminencia de la primavera. Calculadoras en mano, buscan y rebuscan en las estadísticas los modelos de comportamiento de los votantes y de los más avispados que ni siquiera figuran en los registros electorales.

Quizás un avance observado entre estos últimos, hace presumir a Piñera que agrandar los plazos le permitiría aumentar su caudal de votos. En palacio están de acuerdo con esa conclusión derechista y piensan en la más elegante manera de decir que no. Para el efecto, usan, abusan, de los chilenos que viven en el exilio y los presentan como moneda de cambio, sabiendo con anticipación que la derecha, fachos de tomo y lomo, jamás aceptará una medida de esa naturaleza. Por lo demás, su implementación, no es cosa de de un par de meses.

Lo más abismante de todo es la impavidez con que la mayoría de los habitantes asisten a estos espectáculos propios de la zarzuela. Hay una especie de fascinación colectiva por la mentira, por el chamullo. La tele, cual gigante embaucador de serpientes, muestra discursos, programas, promesas y mentiras varias, mientras muy pocos dicen algo más que esta boca es mía. A la mentira la antecede un anestésico invisible que propicia su tránsito impune.

En los imprevistos ataques republicanos que a los frescos de siempre los hacen aparecer como demócratas confesos, se les olvida cuántas veces, desde distintos ámbitos, se ha denunciado lo antidemocrático del sistema binominal. Lo antidemocrático de todo el sistema. La inscripción es una pata de jaiba si se compara con el hecho de fondo: en este país se vota, pero no se elige. Que se quiera entender como democrático un país en que hay elecciones, es comparable a decir que es justo porque hay tribunales.

El sistema binominal esta diseñado para que este país no sea democrático. El que las fuerzas políticas se repartan el botín, se explica porque son tiras del mismo lazo. Si no les acomodara un estado de cosas que va a cumplir un quinto de siglo, lo habrían corregido. Cada uno de los parlamentarios existentes, es binominal.

Pero también es binominal la educación, la salud, la vivienda, la previsión, los sueldos, el medio ambiente, la riqueza, las tierras, los parques, los lagos, las calles, los edificios, la cultura, la policía, la delincuencia, las cáceles, el aire y el mar.

Los porcentajes de no inscritos, los que no votan, los que votan nulo o blanco, no son todos los que están al margen del sistema. Lo que éstos hacen es aislarse de un sistema electoral amañado que a lo único que responde es a blanquear la trampa. No se ha visto por parte de la Concertación, salvo escasas excepciones, interés alguno en modificar esta forma de votación que es tan cómoda para unos como para otros.

Los marginados, los excluidos, son muchos más que los que mencionan las estadísticas del SERVEL. La mayor parte está en otras locaciones: las cárceles en sus versiones para mayores y para menores, privadas y estatales, los guetos de los anillos marginales de las ciudades, las escuelas municipales, en los sub contratados, en las mujeres temporeras, en los consultorios de las poblaciones, en las colas de las ferias libres, en los pescadores artesanales, entre otros centros especializados.

Estos perdedores, condenados desde siempre a mirar desde debajo de la mesa, no tienen ninguna posibilidad de salir de su inercia. Los que ayer eran sus representantes, rendidos por aburrimiento, flojera o simple convencimiento, ahora han concluido que, mirándolo bien, el sistema no es tan malo.

Y embarcados en las listas de la Concertación, parte de la izquierda, ahora es un socio de la coalición gobernante, para, en sus propias e increíbles palabras, terminar con la exclusión. Qué levante la mano el que crea.

Las otras izquierdas, pobrecitas ellas, deambulan perdidas en la bruma intentando configuraciones que permitan la remota posibilidad de superar el efecto de las fortunas invertidas en el negocio de ser parlamentario.

Mientras tanto, de vez en cuando, las ministra vocera y otros personajes aportan a combatir lo gris del invierno con un humor insuperable. Como por ejemplo, celebrar el bicentenario con ocho años de anticipación.


lunes, 7 de septiembre de 2009

Cadena nacional

Ricardo Candia Cares

Por inocencia o estupidez malsana, a veces sinónimos, algunos creyeron que en su cadena nacional la presidenta Bachelet se referiría a la inminente renuncia del Ministro de Defensa Francisco Vidal por sostener la presunción de inocencia de los agentes de la DINA y de la CNI, a quienes el Ejército les paga honorarios. Y a la orden de silencio para el Comandante en Jefe.

En este país en que muchos hablan con media lengua, es necesario que de una buena vez todo aquel que perteneció a algún organismo de represión de la dictadura, sea de inmediato separado de cualquier órgano del estado, haya o no haya sido encontrado culpable de alguna otra atrocidad por los tribunales.

Lo que corresponde, si queremos sanar a este país, es que todo ex miembro de esos organismos debe ser juzgado sobre la base del sentido común, como primera medida. Es impensable que un civil armado, que usaba chapa, que se desplazaba en automóviles sin patente, que tenía acceso a las cárceles secretas, que asistían, observaban o sabían de las torturas a las que se sometían a miles de compatriotas, los que secuestraban a personas indefensas, pueda ser considerado como inocente a priori.

La presunción de inocencia tiene aplicaciones menos angelicales. Corrige un vacío de la justicia que consideraba todo lo contrario: una persona era culpable y sobre su propia responsabilidad cabía demostrar su inocencia. Por muchos años la dictadura violó el artículo 11 de la declaración de los Derechos Humanos: “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en un juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias a su defensa”.

Una cosa es la verdad jurídica a la que se llega mediante juicios en que todos, asesinos y torturadores incluidos, tengan defensa, y otra, es creer que en la DINA en la CNI, la DICOMCAR, los servicios de inteligencia de la Armada, el Comando Conjunto, había angelitos de Dios que ni siquiera sabían el giro de su institución.

Lo que correspondería, antes de llegar a los tribunales, es un juicio social que sancionara a esas personas, aún cuando hiciera todo lo posible por rescatarlas para vivir en un país que castiga severamente los crímenes de lesa humanidad. Si no se pudieran rehabilitar, aislarlas para evitar la propagación de sus convicciones enemigas de los Derechos Humanos

Resulta una vergüenza que torturadores y asesinos caminen por estas calles como Pedro por su casa. Y una aberración, que hayan sido algunos medios de comunicación quienes hicieron las denuncias que han terminado con varios de esos delincuentes en los tribunales. Y que los casos que han logrado sanciones ejemplares, hayan sido una excepción.

Para decir las cosas como son, cualquier persona que haya pertenecido a esas máquinas de perseguir, amedrentar, torturar y matar, debieran tener parte de sus derechos suspendidos aunque no se les pruebe algún tipo de delito. No es posible que sean considerados tan ciudadanos como cualquiera. Y mucho menos que vivan con sueldos que ya querrían sus víctimas, trabajando en dependencias fiscales.

El que diga que esto no es posible en este país, que vaya a la zona mapuche. De tarde en tarde las fuerzas policiales muestran a un mapuche como si fuera un trofeo de caza mayor. En un dos por tres, un fiscal caza-mapuche lo mete preso, y meses después, casi sin consignarse en medio de comunicación alguno, lo pone en libertad por falta de méritos. Que sepa, ningún ministro ha abierto la boca para exigir presunción de inocencia en esto casos.

Mientras en el Ejército se siga protegiendo a integrantes de asociaciones ilícitas organizadas para la persecución, la tortura y el asesinato, es muy difícil pensar en una verdadera reconciliación. No son razones superficiales las que llevan a los altos mandos a conductas reprobables que limitan con el encubrimiento. Ni una solidaridad legítima entre camaradas. Estas conductas hacen presumir que sobrevive en la filas un convencimiento de que lo obrado por el dictador estuvo bien hecho, y que por razones que escapan a la voluntad de los mandos, hay que a someterse al mando civil. Al que debe considerarse como un mal transitorio y naturalmente superable.

Las nuevas generaciones de oficiales formados con un sentido de la democracia de mayor envergadura, debieran hacer saber su opinión. La verticalidad del mando no puede suponer la aceptación de una doctrina basada en la reivindicación de una cultura que entendía el crimen como una acción legítima.

La cadena nacional que organizó la presidenta para opacar la proclamación de Piñera, debió servir también para poner orden en el Ejército. Y para ordenar al Ministro Francisco Vidal a que se calle la boca. De lo contrario se le va a castigar quitándole su colección de soldaditos de plomo y su guaripola.

Los fusilamientos de Vidal: y por qué no?

Ricardo Candia Cares


Invitando a analizar el caso en frío, el ministro de defensa Francisco Vidal, hizo hincapié en que las personas contratadas por el ejército, ex miembros de las brigadas que la dictadura usaba para secuestrar, torturar y asesinar opositores, no están condenadas. A continuación preguntó si habría que fusilarlos en la plaza pública.

En público sería un exceso. Bastaría un paredón con acceso restringido.

Los familiares de los ejecutados y detenidos y hechos desaparecer han dado innumerables muestras que su exigencia es verdad, justicia y reparación. No venganza. Los gobiernos de la Concertación, se han conformado con algo de verdad, casi nula justicia y una migaja de reparación.

A partir del retorno a la democracia, la Concertación acuñó ese vergonzoso concepto de justicia en la medida de lo posible. La magnitud de ese principio cruzó todo el ámbito del Chile post dictadura y en adelante todo se hizo en la medida de lo posible. Se fundó un país en la medida de lo posible.

Si no es porque los medios de comunicación, de vez en cuando, entregan información que devela los secretos de los criminales, nos pasaríamos la vida pagando el buen pasar de peligrosos agentes de la policía secreta de Pinochet, enquistados en el ejército y en otras dependencias fiscales.

Lo que podía ser peligroso para la seguridad del país.

Nadie se imagine que estos soldados serían capaces de defender la integridad del territorio nacional enfrentando a algún enemigo de más allá de nuestras fronteras. La especialización de estos soldados es enfrentar a prisioneros amarrados, y con la vista vendada. Que se sepa, no han tenido la oportunidad de un mano a mano en igualdad de condiciones.

Es cierto que una ejecución en una plaza pública sería un espectáculo poco aceptable. Pero no está demás recordar lo que dijo Zvio Kolitz en “José Rákover habla a Dios”: “Algún necio humanista podrá decir lo que quiera; pero la venganza ha sido desde siempre y seguirá siendo el último recurso de lucha y la mayor satisfacción espiritual de los oprimidos”

Los honorarios de los represores

Ricardo Candia Cares


Cuando se trata de hablar con bronca, el ministro de Defensa Francisco Vidal, ubica sus blancos, aprieta los labios como quien dispara un penal, y expulsa sus decires. Pero se oculta en el silencio cuando debiera comunicar que va a expulsar de las filas a los ex agentes de la CNI que reciben honorarios del Ejército y a quienes los contrataronEl ministro Viera Gallo dice que aún no han sido condenados, por lo tanto es cosa de esperar porque pueden resultar inocentes. La presidente no dice nada, seguramente porque no es algo de su competencia. Para estos compañeros hay que esperar el veredicto de los tribunales porque podría suceder que la verdad jurídica, tantas veces distinta al verdad histórica, decrete que miembros de las brigadas más crueles de la CNI, no se les pueda comprobar delito alguno. Entonces, que no sea posible que se les juzgue porque los testigos que podrían incriminarlos, o están muertos o fueron torturados con la vista vendada. Y tendrían razón. Así, podrían seguir trabajando para el glorioso Ejército de Chile.A pesar de todo, resultar una injusticia que sólo a aquellos criminales que fueron reciclados en el Ejército, sean puestos en evidencia como rémoras vergonzosas de la dictadura militar. La memoria corta de muchos chilenos ya ha olvidado que todos los días es posible ver en la televisión a antiguos funcionarios de la dictadura, con igual o mayor responsabilidad en las matanzas y torturas que ocurrieron en el lapso 1973 - 1989.Ex ministros del dictador, altos funcionarios de su régimen, jefes de su escolta, embajadores, directores de servicios, y muchos funcionarios de rangos intermedios o menores, hoy se yerguen en democráticos puestos de senadores, diputados, alcaldes, concejales, asesores y funcionarios con caras de inocentes palomas.Ha faltado decisión para perseguir a los criminales que han sabido pasar impunes. Se ha confundido el derecho de todas las personas, aún de los criminales, con la falta de decisión para pasar una cuenta legítima a los que no sólo fueron los miembros del brazo secular de la política represiva, sino a quienes diseñaron una política sistemática de represión y eliminación de los que se opusieron a la dictadura. Y a quienes les brindaron elementos para su blanqueo ante el mundo.Los sicarios contratados como asesores por el Ejército, formados en las escuelas que los norteamericanos pusieron solidariamente a disposición de la dictadura, usaron toda clase subterfugios para borrar las huellas de su paso por los campos de exterminio. El uso de nombres falsos, la compartimentación, las capuchas de los prisioneros, la eliminación de todo vestigio material de los lugares de detención y exterminio, permitió un manto de silencio y oscuridad respecto de quienes fueron los ejecutores de asesinatos, torturas y persecución.Pero no sólo han pasado impunes estos funcionarios pagados por el Ejército. Falta saber los nombres de aquellos que infiltraron las organizaciones contrarias a la dictadura. De vez en cuando aparece algún nombre de aquellos, pero el sentido común indica que debieron ser muchos más de los que se sabe. Y que son los responsables de la represión selectiva entre los que jugaron un rol relevante en la lucha contra la dictadura, lo que en muchos casos significó la tortura y la muerte.Falta saber, también, cuántos agentes encubiertos se quedaron en los partidos políticos y quienes son. Resulta ilógico suponer que los servicios de inteligencia no iban a tener un diseño de penetración a las organizaciones sociales y políticas en el largo plazo. Sobre todo cuando en los comienzos, muchos de los que ahora son resueltos defensores de la Concertación y su legado, fueron funcionarios de la dictadura.Es cosa de recordar a los prohombres de la política, de la empresa y el periodismo chileno y sus vinculaciones con la CIA norteamericana, cuyos nombres han emergido de los documentos desclasificados en el último tiempo.De tarde en tarde, estos errores comunicacionales reponen dolores de cabeza que los ministros no quieren tener, sobre todo en épocas de elecciones. Porque esta gente que trabaja para el ejército después de haber sido miembros de esas máquinas de perseguir y matar, equivale a que después de la Segunda Guerra Mundial hubieran seguido activos, cobrando honorarios, los miembros de la Gestapo.

De Caupolicán a Bachelet

Ricardo Candia Cares


El año 1858 el gobierno de la época concedió una beca para que el pintor chileno Nicanor Plaza se perfeccionara en la selecta Escuela Imperial de Artes, en París. En ese tiempo Plaza participó en un concurso norteamericano para plasmar en escultura el ideal del último mohicano. Su modelo, tocado de plumas arco y flecha, no figuró. Muchos años después, desempolvó su escultura, le cambió el nombre y la ubicó en uno de las terrazas del cerro Santa Lucía.

El último mohicano, paso a llamarse Caupolicán y ni a Plaza ni a las autoridades de la época, se les movió un músculo de la cara.

Poco después de esa acción de arte, el estado chileno inauguraría la manera con que ha venido enfrentando el “problema mapuche”. Invadió y ocupó con el ejército su territorio, persiguió y asesinó a sus dirigentes y autoridades religiosas. En las puertas de los fuertes les repartió alcohol, enfermedades y comida a los que quedaron vagando después de perder la guerra. Y repartió también iglesias para reconfortar el espíritu de los vencidos y perdonar a quienes los ofendieron.

De ahí en adelante, una vez cambiados los antiguos fuertes por modernos regimientos, la imagen con que la sociedad chilenas vio a los mapuche, las sacó de las caricaturas de los cronistas españoles que agrandaban a sus enemigos dotándolos de capacidades sobrehumanas para que el rey español supiera del valor de sus hombres.

Los libros de historia reprodujeron lo que los triunfadores quisieron escribir. La imagen de Lautaro, Colocolo, Caupolicán, Galvarino, era enseñada en las escuelas como símbolos de la aguerrida raza que había existido antes. Porque si el estado, mediante la escuela, reprodujo esas láminas en la cuales se mostraba a esos mapuche, fue para que nadie viera a los de verdad.

El estado chileno, no ha querido ver al mapuche. Y ha querido inocular esa ceguera mediante todas las formas posible. La más extendida ha sido la usurpación de sus tierras. Los latifundistas contemporáneos no podrían demostrar que las tierras que ocupan han sido adquiridas de un modo legítimo. Tarde o temprano, si alguien se tomara la molestia de revisar la documentación, va a encontrar la trampa o el crimen.

Otra manera de hacer invisibles al mapuche y a todo lo que se le parezca, es la caricatura del indio borracho, flojo y bruto. Tal como la bandera chilena es la más bella del universo y la canción nacional es el segundo himno más glorioso después de La Marsellesa, el mapuche es flojo, borracho e ignorante. Y los gloriosos guerreros que lucharon por tantos años contra sucesivas invasiones de incas, españoles y chilenos, eran otros, de otros tiempos, no los de ahora.

Los que inspiraron La Araucana, Arauco Domado y otras tantas loas en verso y prosa, son una raza que desapareció. No pueden ser estos: doblados en el alcohol, vendiendo su carencia en los mercados, que apenas sobreviven acorralados en las pocas tierras que el despojo les va dejando, los que están condenados a servir a sus vencedores desde los trabajos más mal vistos y abusivos.

Como si la derrota fuera eterna, los vencedores se arrogan el derecho de cobrar cada día su triunfo mediante la explotación de empleadas domésticas, panaderos, basureros y toda labor indigna a los ojos de los que mandan.

Y como si la derrota no fuera suficiente, gendarmes y carabineros, mal pagados, maltratados, malvenidos, son en su mayoría, hijos y nietos de mapuche que buscan en esos oficios cortar la rutina exasperante de la pobreza. Dejan los campos de sus padres y abuelos, se van a las ciudades y retornan envueltos en uniformes amenazantes y empuñando las armas que el estado les entrega para restaurar el orden y la ley que sus progenitores insistes en discutir.

En los últimos años, la imaginación de los que mandan respecto de innovar en formas de mantener al mapuche invisible, han ido a la baja. Han restaurado el viejo argumento, cambiando sólo de marca: del Máuser, a la Uzi. Las elecciones y la inconveniencia electoral de un mapuche o varios mapuche muertos, para el caso da lo mismo, ha estimulado la búsqueda de soluciones de fondo, las que terminan siempre siendo parches estúpidos que alejan las soluciones reales.

Resulta imposible resolver las deudas que el estado tiene con la gente mapuche si no se es capaz de develar toda la historia desde el principio de los tiempos. Porque las claves de la manera con que la sociedad chilena se ha relacionado con la sociedad mapuche, no son de ayer. Parten desde mucho antes de que se inventara la primera bandera chilena. Desde que los primeros españoles, antecesores de los chilenos, aparecieron en el horizonte de lo que hoy se llama Copiapó.

Confundiendo nuevamente la aritmética con la matemática, el gobierno de la compañera Bachelet nombra un ministro para resolver lo que llaman la problemática mapuche. Como si fuera un juego, suponen ministerios, parlamentos, cuotas, distritos, circunscripciones y metros cuadrados. No les cabe en la cabeza que la problemática es del estado chileno y que la solución vendrá del lado de los mapuche, que no son niños limítrofes a los que hay que llevar de la mano.

Tarde o temprano, levantamiento por medio, guerra por medio, los chilenos estarán obligados a ver al mapuche. No a suponerlo. No a mirarlo con un tronco al hombro, con los brazos cortados o lanzando bebés a los pies de los traidores.

La primera tarea que debería tener toda misión que se interne en territorio mapuche, sería la de ver.

El poder y el sexo

Ricardo Candia Cares

Pocas cosas como el poder. A la manera de las drogas de moda, trastoca de tal forma la mente y el cuerpo que sus usuarios tienden a perder la dimensión de las cosas.
Transfigura la realidad y la dota de atributos descomunales. Hasta convencer a quienes lo poseen de ser invulnerables, intocables e inmortales. Menos, claro está, quienes lo sufren

Del poder, sus formas, efectos y recovecos se ha escrito mucho. De los que lo ejercen, de su misterio y su capacidad para transformar sus dueños y víctimas. De la existencia de quienes lo ejerzan, simétricamente con la necesidad de la existencia de quienes lo sufran. Como la mentira, según Homero Simpson: para que exista, son necesarios dos. Uno que miente y otro que cree.

El poder, como sabemos, tiene atributos inexplicables que lo transforman en un potente afrodisíaco. De cero sex appeal, a sex symbol, se llega sólo con poder. Es una cura milagrosa que transforma rasgos poco graciosos en características atractivas y originales. Trueca físicos esmirriados en originales configuraciones corporales y defectos hereditarios o adquiridos pueden llegar ser características especiales. Sujetos con desagradables carácteres, se vuelven personalidades singulares. Sólo si tienen poder.

El poder ilumina, seduce, rinde, estimula, sorprende, adormece, excita, corrompe, da vida y la mata. A pesar de su temporalidad, produce soledad y hastío. Mejora con el uso, pero sólo se perfecciona con su abuso. El poder se autogenera, se rearticula en forma automática cuando presiente alguna amenaza, dando vida a formas de organización impensadas, salidas de la nada.

El poder crea vida donde no la hay y el miedo es una sombra proyectada a sus espaldas, para recordar a cada paso que es su compañero inseparable. Y un disfraz que usa cuando la vía pedagógica de la norma no es suficiente.

El poderoso, el dueño o adminstrador del poder, es siempre un personaje. Mantiene en la boca un rictus que confunde: no se sabe si es odio o compasión. Hasta la manera de de sentarse de algunos nacidos para el ejercicio del poder resultan singulares. Abotagados, seguros de sí mismos, los brazos extendidos, las piernas abiertas, posiciones que en otros sujetos resultan reprochables, en ellos son un signo, una amenaza, una manera casi humana de dejar sentado el dominio del coto sin usar el meado.

Aunque todo poder es de derecha, los poderosos son amigos de todos. Mientras más ancha es la banda que cubre su espectro amistoso, de más poder disponen. Sus compadres y comadres son de todas las comisiones políticas. Por cierto, entre sus cercanos, están los presidentes y los secretarios generales de todos los patidos politicos. En sus celulares están los números más exclusivos de la plaza.

¿El poder nace o se hace? ¿Es igual el poder que nace del dinero, mal o bien habido da lo mismo, al que emerge de los corvos acerados, los cañones, los F-16 y los Leopard? ¿Se comporta con idéntica conducta el poder que se entrega mediante el voto de la ciudadanía, más bien que se regala sin ningún compromiso a casi los mismos personajes de siempre, que el que se cría con el miedo a la muerte en catedrales, parroquias, mezquitas y templos?

¿Será el poder perfecto una mezcla de todas las anteriores?

El poder tiene otra vertiente: el sexo. Pocas cosas con tanta fuerza. Ya sabemos los estragos que causa en el mundo animal el peso de las hormonas. Qué sensación más inigualable la de la legendaria practicante de la Casa Blanca, descubierta en felaciones presidenciales: el mundo entre sus dientes. Una buena huelga de piernas cerradas podría tener el efecto persuasivo que la razón no tiene y su aplicación podría evitar guerras y paces, según se necesite.

El poder tiene un curioso parecido con el sexo oral. Es cosa de ver. De los elementos que intervienen en su ejecución la mitad permanece a la vista de todo el mundo. Y la otra mitad no se ve, pero se sabe de su existencia. Muchos lo niegan. Sin embargo, llegado el momento de disfrutarlo nadie dice que no. Pareciera algo sucio, pero siempre hay medidas que permiten que su práctica, no lo sea tanto. Da la impresión de que es incómodo, pero siempre se encuentra la mejor manera de pasarlo bien en su ejercicio.

Las señales de su práctica, cuando quedan evidencias, siempre pueden ser explicadas de manera convincente, argumentando conductas inocentes que se le parecen pero que no son. El regusto amargo que se dice que deja en su final, es en verdad una metáfora para decir cómo se le extraña. Hay un sometimiento del otro, aunque no parezca. La fuerza, inseparable de todo poder, es dosificada según las circunstancias, pasando de la suave persuasión hasta la utilización de medios de mayor envergadura. Algunas personas son capaces de practicar uno, con tal de postular a una pequeña cuota del otro.

No se pude ejercer mediante terceros. Su uso es personalísimo y es imposible trasferirlo sin que no nos consuma el celo. O el miedo de ser suplantado por algún tercero que eventualmente lo haga mejor.

Igual que el poder.

El Cisarro, sus amigos y el Estado

Ricardo Candia Cares

Encaramada sobre su notable 74% de apoyo, la presidenta Bachelet no alcanza a ver lo que pasa más abajo, donde un tufillo molestoso tiende a ensuciar las estadísticas de la impoluta macroecomía. Una banda de niños de cuarto básico hace esfuerzos encomiables por aportar al manejo de la economía nacional, por la vía de resolver la injusta distribución del ingreso por su propia mano.

En octubre del año 2008 fue detenido el Cisarro tras asaltar a un empresario japonés en el barrio alto. Se comenzaba a develar la historia que hay detrás de este niño que da su opinión de la política y la economía a los periodistas que lo esperan a la salida de las comisarías, pateando sus micrófonos y cámaras. El padre del Cisarro acaba de salir de la cárcel, su madre, diabética y con trastornos mentales, vive del aporte de algunas personas y atendiendo un quiosco instalado en su casa. En el mes de abril pasado fue formalizada por microtráfico y se encuentra con arraigo y firma mensual. Cuatro de sus diez hijos han estado detenidos por distintos delitos y dos de las menores viven en centros especializados.

Los mejores amigos de el Cisarro son el Garra, el Potito Rico, el Coca Cola chico, el Juanito Pistolas, el Gorila, el Ceja y el Loquín. Estos últimos, lideraron un comando que liberó a El Cisarro cuando fue detenido conduciendo un auto robado. Una vez completaba la operación, se fueron a tomar cervezas para celebrarla.

A partir de entonces las alarmas del sistema no han dejado de sonar. Las autoridades, informadas por los diarios y la tele, se han dado cuenta que un fantasma recorre las poblaciones del Gran Santiago y de las más importantes ciudades, donde las cifras del crecimiento no llegan y si acaso lo hacen los bonos que se reparten como si fueran una solución divina al drama de la pobreza más dura.

La subsecretaria de carabineros, tiernamente, ha reconocido que se necesita una oferta especializada refiriéndose a casos como los del team Cisarro. Adelanta, entusiasmada con la idea, que junto con carabineros, el SENAME y el Ministerio del Interior, generará un plan piloto para abordar el fenómeno.

Resulta de una honestidad que impresiona, el que las instituciones que tiene que ver con el orden público, la seguridad del estado y la administración de tribunales y cárceles, sean las que se propongan planes para abordar el drama de los niños tragados por la delincuencia.

Como si el caso de los niños asaltantes y sus circunstancias detonantes fueran de la exclusiva competencia de estas reparticiones y vivienda, cultura, educación, salud, medio ambiente, deporte, economía, no tuvieran pito que tocar. Lo cierto, es que no existen políticas de estado que inhiban la aparición de niños que, apenas destetados, se transforman en asaltantes.

“No hay políticas del estado para hacerse cargo de estos niños”, dice Alicia del Basto, presidenta de la AFUSE, que reúne a los funcionarios del SENAME, Servicio Nacional del Menor. “Para abordar casos como los del Cisarro no hay ley. No existe programa de esta naturaleza en Chile y los niños infractores como éstos, están a la deriva”, agrega. “No tenemos médicos en nuestros centros. Éstos trabajan por algunas horas y ni hablar de siquiatras u otros especialistas. Jamás se irán a trabajar en este servicio. En el sector privado se gana mucho más dinero”. Dice.

“En sus orígenes, el SENAME tuvo un sello marcadamente técnico”, agrega del Basto. “Sin embargo, como todos los servicios públicos, en el último tiempo se ha politizado llegando personas sin competencias a cargos en donde se necesitan especialistas”. En su opinión, las soluciones de fondo a casos como los de los niños delincuentes son muy caras, pero desde Hacienda ha primado un criterio estrictamente economicista que no se condice con la importancia de un servicio de esta naturaleza.

Entrega un ejemplo: el centro Las Acacias, en el que se recibía a casos como los de El Cisarro, fue cerrado y destinada esa casa a resolver la necesidad de espacio para la implementación de la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente. Lo mismo pasó en la casa que había en Iquique. Los niños que debían llegar allí, son algunos de los cuales hoy hacen noticia. Cree que las modificaciones que se han hecho, incluidas la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente, han sido sólo para resolver la contingencia, y no para dar soluciones permanentes y de fondo.

A las instalaciones del SENAME llegan los niños con algún grado de riesgo o cuando ya tiene cierto compromiso delictual, como dice el engolado lenguaje técnico. Sin embargo cabe preguntarse por qué un niño que apenas se empina en los ocho años puede llegar a ser un avezado delincuente, cuando debería estar en la escuela por una obligación impuesta por el Estado.

“En el caso de estos niños, falla todo el sistema educacional”, nos dice Loreto Muñoz, Educadora Diferencial y dirigente nacional del Colegio de Profesores. “En los casos de familias disfuncionales, con riesgo social muy elevado, con consumo de drogas y conductas delincuenciales, la escuela debiera ser el segundo escalón de salvataje para estos niños”.

Loreto Muñoz, dice que los trastornos conductuales son de responsabilidad del sistema educacional, pero “los profesores no están preparados para trabajar en esto. Falta formación por parte del estado. Esto se traduce en la inexistencia de criterios para discriminar respecto de casos como los del Cisarro y sus amigos, y su derivación a especialistas. Y, aún cuando haya profesores que sí logran un cierto criterio, no hay una red integrada que se haga cargo de estos casos y que permitan un tratamiento integral, permanente e interdisciplinario”, agrega la especialista.

Por lo demás, recalca, “en el sistema público de educación, es notoria la escasez de profesionales del área de la psicología, la psiquiatría y asistentes sociales”. “Para no haber conocido al Cisarro debió suceder una cadena de eventos en el sistema educacional: el profesor, en forma temprana, detecta una conducta desadaptada y envía al niño a un educador diferencial el que debería hacer un informe psicopedagógico y derivar el caso a un neurólogo, al psicólogo y al asistente social. De esta manera se habría sintetizado un diagnóstico integrado y un tratamiento adecuado. El Cisarro es producto de la falla del estado en todo esto”, termina diciendo

El fenómeno de niños delincuentes que disputan el trabajo a los mayorcitos, no es un fenómeno sólo de nuestro país. Según informa la UNICEF, este fenómeno ha aumentado vertiginosamente en América Latina en los últimos años. Según este organismo, el denominador común de los niños delincuentes lo constituye la pobreza y la marginación, además de la falta de cariño, la incomprensión, la atención y cuidado de sus padres.

Es decir, los niños que apenas dejan de gatear y ya andan con un treinta y ocho al cinto, no nacen de la mala suerte, ni de un destino insalvable. Son hijos del fracaso, del desamparo. De la vida en el hacinamiento de los guetos que rodean la capital, en los cuales el estado manifiesta su presencia mediante la represión diaria y que los canales de televisión se esmeran en mostrar en esas cacerías de pobres, verdaderos safaris, al interior de las poblaciones. Como subproducto de este apharteid mediático, queda el estigma de vivir en esas comunas y poblaciones, lo que se niega sistemáticamente al momento de buscar un trabajo o polola.

Según la criminóloga Doris Cooper (La Nación, 2 de octubre del 2005), el modelo económico es la causa principal de la delincuencia, la que sube en circunstancias de crisis económica. Pone como ejemplo a la ciudad de Concepción, la que tiene mayor cantidad de menores presos, coincidiendo con la crisis el carbón. Según Cooper, la carrera delictiva comienza, a los seis años, inicialmente como una forma de subsistencia al estar sus padres desempleados.

Cree que la solución nos son más cárceles. “Pueden llenar Chile y América Latina de cárceles, pero no habrá efecto alguno sobre la génesis de la delincuencia, porque van a seguir naciendo niños extremadamente pobres”. Ni siquiera la reforma penal adolescente puede tener un impacto en la delincuencia infantil porque “la entrada al mundo de los ladrones no es de adulto, ni a los catorce años, es en edad más temprana”. Y concluye que “cuando más, el efecto va a ser tener presos a los niños a los catorce años”.

La Iglesia Católica ha denunciado lo que todo el mundo sabe de sobra: la desigualdad social es un escándalo. El 10% más rico gana 31 veces más que el 10% más pobre y 3 de cuatro chilenos gana menos de 170 mil pesos. La extrema concentración de la riqueza en las manos sospechosas de siempre, determina que sólo son pobres los que ganan menos de 47 mil pesos en la ciudad y menos de 32 mil pesos en el campo.

El informe sobre desarrollo humano de 2005 del programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), sentencia: “La desigualdad de la distribución del ingreso, que atenta contra la igualdad de oportunidades,…, hace más difícil la superación de la pobreza. Esta asintonía, es vivida con malestar por sectores cuantitativamente importantes de la población, que reaccionan con conductas de desquite o legitimación de la ilegalidad”.

En América Latina ha habido soluciones imaginativas para paliar los efectos del desquite de los niños culpables de ser pobres. Escuadrones de la muerte asesinaron centenares de estos rapaces en Brasil para evitar que las playas se afearan y los comercios se vieran afectados en sus ingresos.

En Chile la solución propuesta por el médico tratante de Cristóbal, es menos invasiva que la brasileña, pero no menos extraña. Una buena dosis de Clozapina ha logrado bajar los impulsos agresivos del Cisarro, lo que el médico tratante nombra como “síndrome de desregulación emocional severa”.

“Este fármaco de última generación es usado en el tratamiento de psiquiátricos de alta complejidad”, dice Gladys Corral, Presidenta del Colegio de Enfermeras, con vasta experiencia en este ámbito. Considera que su uso en un niño de diez años que no presenta rasgos de enfermedad siquiátrica alguna, es simplemente una aberración. “Al producir efectos secundarios en forma de alteraciones orgánicas, los pacientes tratados con estas drogas requieren de una vigilancia especial que el sistema no puede otorgar a estos niños”, cuenta.

Pero a Gladys Corral no dejó de llamarle la atención lo dicho por su colega enfermera que recibió al Cisarro en el hospital al que fue derivado. “Bastó que lo abrazara, le diera un beso, lo escuchara y lo tratara con afecto para evidenciar un cambio en su conducta agresiva. Con cariño se puede lograr todo con él”. Lo traté como niño, amorosamente y lo llamé por su nombre”. Esa experiencia de su colega es muy potente, y agrega que lo hecho por esa enfermera es un dato que los responsables de enfrentar el fenómeno de los niños delincuentes, deben tomar en cuenta. “Resulta sorprendente que se quiera tapar el drama social que hay tras estos niños, bautizándolo con el nombre de una enfermedad y tratarlo con medicamentos”, termina diciendo.

El tratar a el Cisarro y sus colegas con ese medicamento constituye un error. Por que la enfermedad que sufren estos niños condenados a la muerte prematura, no sin antes conocer los métodos policiales, la reforma judicial, las cárceles concesionadas para, finalmente, llegar a los modernos cementerios que circundan la ciudad, se llama pobreza. Y para ésta patología aún nadie propone un tratamiento específico, ni una cura de milagro.

Buen ejercicio terapéutico sería tomar la palabra a Almeida Garret y “calcular el número de individuos que es necesario condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la desmoralización, a la infancia desprotegida, a la ignorancia, a la desgracia... para producir un rico”.

Si hay un enfermo, es el mundo que el sistema ha creado, esta sociedad contaminada por la especulación, la imposición del éxito en constante y sonante y la ausencia de solidaridad y valores humanos.

No puede si no estar enferma una sociedad en que se gasta una fortuna en maquinarias de guerra que avergüenzan. Y que de paso, tanques y aviones mediante, enriquece con coimas a los sinvergüenzas que no pierden oportunidad de llenarse la boca con el honor y la austeridad militar.

El neoliberalismo ha diseñado una sociedad en donde las cosas tienen precio pero no valor, en el cual las personas son desechables si han tenido la desgracia de nacer pobres y en donde el mercado lo resuelve todo siempre a favor de los ganadores de siempre.

El Cisarro, el Garra, el Potito Rico, el Coca Cola chico, el Juanito Pistolas, el Gorila, el Ceja, el Loquín y otros miles de los que aún no se sabe nada pero que existen, seguirán el rumbo diseñado por una sociedad que los cría en los extramuros, escondidos a la vista de las visitas, los alimenta de lo que son capaces de robar no bien dejan de gatear, y les garantiza una celda concesionada, como paso previo a la tumba. Esto niños son los sobrantes del sistema.

Esto niños nacieron en estos tiempos de la coalición política más exitosa de la historia, según dicen los que miden ingresos, negocios y fortunas. Con certeza, nadie les pregunta a ellos como ven el futuro. Así como van las cosas, estos nietos indeseados de de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, tendrán una opinión distinta de quienes han dirigido el segundo tiempo de la construcción de un país que comenzó a ser diseñado por golpistas, criminales y ladrones, hace treinta y seis años, un día martes nublado.

La colusión y los estúpidos

Ricardo Candia Cares

Según la Real Academia Española, colusión significa pacto ilícito en daño a tercero. Eduardo Frei Ruiz Tagle acusa a Marco Enríquez – Ominami de colusión con Sebastián Piñera para impedir su triunfo en las próximas elecciones. La historia política chilena es la historia de colusiones en que el tercero dañado ha sido el mismo de siempre: el pueblo.

Se presenta la colusión como si ésta no fuera una práctica común entre los que mandan. Como si fuera una práctica alienígena, ajena al poder en todas sus expresiones. Hubo colusión, con un extenso daño a muchos terceros, entre los políticos que traicionaron la democracia que juraron defender no bien vieron que el populacho, ese invitado de piedra, comenzó a emparejar las cosas en esos dramáticos y no menos hermosos primeros meses de la Unidad Popular, dos palabras que parecen haber desparecido del vocabulario de los muchachos de entonces.

Aún así, estos traidores siguen apareciendo con el mismo poder de siempre como si el tiempo girara en redondo y la memoria no sirviera sino para recordar lo que debemos.

Hubo colusión entre el ex presidente Aylwin con los golpistas que bombardearon La Moneda, inaugurando un tiempo de cacería en que los únicos democratacristianos que rechazaron la matanza fueron un puñado escaso. El resto, colaboró desde el primer día en los equipos de gobierno del dictador. Muchos de ellos, haciendo uso de la amnesia inducida y de la genética, aún circulan en los bien provistos circuitos del poder, como si nada.

Colusión de la que gozan los funcionarios civiles que sostuvieron el régimen de Pinochet como sus directos colaboradores: ministro subsecretarios, directores de servicio, agentes secretos, escoltas, sicarios clandestinos, delatores que hoy son diputados, senadores, alcaldes, concejales, ministros, subsecretarios, empresarios, conductores de televisión, dirigentes gremiales a quienes esta democracia les ha venido como anillo al dedo por su dosis inesperada de amnesia.

A menos que se entienda de otro modo, toda la producción legislativa, desde que se refundó el Congreso Nacional después del paréntesis en que fue sustituido por la Junta Militar, no ha sido sino por la colusión de las dos partes que se han dividido los escaños, mediante el cómodo sistema binominal, desde la primera elección el año 1989. Durante ese tiempo, las leyes que han servido para profundizar el sistema económico que fundó la dictadura, han salido del amistoso acuerdo entre la derecha pinochetista y la concertación. Nuevamente, el pueblo el gran ausente de todo, es esta vez el tercero dañado.

La simpática fotografía de la presidenta Bachelet en compañía del golpista número uno de Chile, Agustín Edwards, no puede entenderse como un gesto de generosidad, de relación civilizada entre personalidades de este mundo tan pequeñito nuestro. Esa manera de coludirse entrega una señal bastante potente: el ayer no existe y sólo tiene sentido un presente pragmático y sin límites éticos.

Los proyectos económicos que han significado aumentar irracionalmente las fortunas de los que ya son ricos a costa de arrasar con la naturaleza y las personas, han sido maneras ilegítimas aunque legales de colusión. En el caso de la pesca, de las forestales, de la grandes mineras, de las empresas que han contaminados la tierra, los ríos y los mares, has sido posible solamente porque los empresarios han contado con la anuencia y complicidad de las autoridades políticas de gobierno que han hecho vista gorda y mediciones fraudulentas, y de los parlamentarios, a quienes de vez en cuando le financian sus campañas.

Los poderes económicos, judiciales, eclesiásticos, militares y políticos en su cruzada anti – mapuche, configuran una manera de coludirse para terminar con la resistencia de un pueblo que se niega a ser demolido.

Mientras tanto, el pueblo, ese estúpido ausente que calla, es sometido de vez en cuando a votaciones en los cuales aprueba el papel que le dan en el reparto arbitrario de esta puesta en escena. Sus opciones son: ser comido con arroz o con papas fritas.

Las farmacias y otros negocios no tienen otra culpa de copiar lo que ven. Si fueran esas empresas las únicas en coludirse para cogotear a sus clientes, este sería un país honesto. Pero pasa lo mismo en todo. Que levante la mano el dueño de una fortuna honesta. Imposible, porque no existe.

Sin embargo hay quienes no aprenden. Alumnos estúpidos que copian y copian mal, están condenados a repetir de curso por toda la eternidad. Así pasa con eso que se llama izquierda, parte de la cual ha hecho esfuerzos increíbles para coludirse con los que han sido los castigadores de los castigaos de siempre: el pueblo

El pueblo, palabra de la cual nadie se hace cargo, sigue a la espera de que alguien le recupere el sentido, que demuestre que aún vive a pesar de sus enterradores y la dote de movimiento para mostrar que las veces que ha tenido la posibilidad de decir su palabra, las cosas pueden llegar a ser distintas de lo que son, sin necesidad de arrendar el alma el cuerpo y todo lo demás.

Olor a facho(a) en La Moneda

Ricardo Candia Cares


A la Ministra Tohá debiera caérsele la cara de vergüenza y renunciar de inmediato a seguir remedando a sus antecesores de la dictadura. A menos que le guste su papel. Los mismos argumentos que usa para impedir la entrada de españoles, usaron los ministros del tirano para evitar la solidaridad de extranjeros con la causa democrática de los chilenos.

Tohá debiera mostrar las pruebas que ligan a los españoles que no deja entrar al país, con las acciones reñidas con la ley que argumenta. Eso de que son razones de seguridad justificaron, no hace mucho, la tortura, la prisión y el asesinato de chilenos. Da la impresión que poder es uno solo y da vuelta en círculos. Y los que lo aplican, son como gemelos.

A la ministra Tohá le interesa que los que lleguen a este país sólo vengan a turistear. Se olvida o no sabe que las personas tienen pleno derecho a venir a este país y solidarizar con los que creen sus amigos y compañeros. Para ella, sólo se justifica entrar a este país si se viene a gastar una buena cantidad de dólares o euros en playas y casinos. No cree justo que un pueblo que ha luchado durante siglos por sus derechos tenga en el mundo amigos que solidarizan con su causa justa.

Es de esperar que en los países del mundo, en los cuales viven miles de chilenos que con visas de turistas y sin ellas, trabajan ilegalmente para sostener a sus familias y construir alguna esperanza en el futuro, no emulen tan poco democrática medida.

La disposición de impedir el ingreso de extranjeros porque se relacionan con el pueblo mapuche, es simplemente fascista. Incapaz de demostrar en qué fundamenta su decisión, debiera reconocer que es solamente una arista más del racismo que les corroe. Su desprecio por todo lo que huela a indio.

De tanto usar el poder, los compañeros de la Concertación de están poniendo fachos. Se les hizo mierda la memoria, se les anquilosó el puño en alto, el que aceitan sólo para las parafernalias en que La Marsellesa se canta a todo pulmón y con los ojos brillosos. Se contagiaron en los recovecos tibios del poder, con todo aquello que alguna vez dijeron aborrecer.

Al pueblo mapuche le han mandado tropas y balas con su reguero de represión y muerte. Y en cada una de estas oportunidades, los compañeros ministros no han dudado en acusar a las víctimas de ser los malos de la película. Como en los mejores tiempos, no han dudado en usar la legislación que gustosos heredaron de la dictadura. No conforme con esto, actualizan cuando no más pueden esas normas represivas de modo que cada vez sea más eficaz el control sobre la población y sea castigado el que tienda salirse de la fila a o aparecer despeinado en la foto.

La ministra Tohá fue elegida diputada y rebotó, mediante ese esquisto gusto por lo reciclado, en un ministerio. En algún rincón del país, habrá gente que la votó para la Cámara y ahora la ve en La Moneda. Pero le da lo mismo. Si esos ciudadanos, inocentes y angelicales, quisieran reclamar su justo derecho a una explicación, lo más probable es que terminen apaleados y en la Tercera Comisaría.

Asesinato en Malleco

Ricardo Candia Cares

Otro azar extrañísimo debe ser el responsable del asesinato del joven mapuche Jaime Mendoza Collío. No se explica de otra manera el disparo que lo mató por la espalda percutado por un carabinero que alega defensa propia. Sin perder tiempo, el sheriff Rosende avala la versión mentirosa de los generales de Carabineros, avisando de paso, que contamos con la mejor policía del mundo.

Como en los mejores tiempos de la dictadura, un asesinato vil es explicado por medio de la mentira. Los enfrentamientos ficticios justificaron muchos asesinatos en tiempos pre Concertacionistas y parecen reeditados sin una pizca de vergüenza. Generales de carabineros que debieran ser llamados a retiro y procesados por mentirosos, no han titubeado en reponer una práctica fascista que se creía extinta.

La bala que mató al mapuche Jaime Mendoza Collío fue disparada por la Concertación. Bachelet es cómplice de ese asesinato. Resulta cínico asumir lo hecho por su gobierno cuando se trata de repartir bonos e inaugurar obras, y no la responsabilidad de su política para el territorio mapuche.

La política represiva en el territorio mapuche no sale de la nada, no es de la propia ocurrencia de represores como Rosende o Pérez Yoma, aunque le ponen bastante empeño. Es una política de estado, administrada por los compañeros de la Concertación, en la cual, hasta donde es posible saber, manda la compañera Bachelet. A menos que los compañeros ministros hagan lo que quieran y ella no tenga pito que tocar.

La tesis de la represión como manera de enfrentar el conflicto derivado de la centenaria expoliación de que han sido víctima los mapuche, ha sido aceptada sin más por las autoridades del gobierno. Los ministros responsables del orden interno han acatado de manera servil las orientaciones que les han entregado la derecha y los latifundistas de la zona.

El estampido seco del balazo cobarde que asesinó a Jaime, rebotó en el silencio cómplice de los que callan. La muerte de un mapuche pareciera ser de segunda clase. Hasta donde se sabe, los campeones de la lucha por la democracia, hasta ahora, no han dicho esta boca es mía.

Las otrora aguerridas organizaciones de trabajadores y estudiantes, que tanto hicieron por la recuperación de la democracia, han guardado un silencio cobarde. Parece que el asesinato de un joven mapuche no amerita un llamado a una protesta nacional. Da la impresión que el mapuche está solo en su pelea. Los asesinatos de Mendoza Collío, de Alex Lemún y de Matías Catrileo no han sido capaces de remecer la modorra que parecen tener estas organizaciones.

Enredados en cálculos electorales miserables, gran parte de la izquierda da vuelta la espalda a la pelea que libran los mapuche. Las banderas rojas no flamean con crespones negros, ni marchan gallardas para exigir justicia y el fin de la represión en las comunidades. Lo dirigentes de la izquierda prefieren aparecer con el candidato de la Concertación a la espera que sobre algo del banquete.

El derecho internacional, y mucho antes la moral, reconoce el derecho de los pueblos a rebelarse contra leyes injusta y a defenderse de genocidio. Las medidas represivas explícita y las que se toman al amparo de las sombras de lo clandestino, son la aplicación de una política que supone al mapuche como un enemigo interno al que hay que controlar con la aplicación de los aparatos de contrainteligencia del estado y de la policía. Se le reprime en tanto mapuche.

Cada una de las políticas implementadas por sus sucesivos gobiernos, han resultado un completo fracaso. En subsidio, han movilizado a la zona a nuevos contingentes de carabineros. Las autoridades delegadas para analizar la situación in situ, han sido las que se relacionan con el orden interno y con la represión.

Las otras, la compañera Bachelet entre ellas, destina tres horas y media en reunirse con el presidente hondureño, víctima de los golpistas. Pero cuando los mapuche le han solicitado ser recibidos, la compañera presidenta no ha tenido tiempo.

La lucha de los mapuche debe ser por su autonomía. A pesar del silencio de muchos, la causa mapuche cuenta con el respaldo de la buena gente de este país y de muchos otros. No es primera vez en la historia que han debido enfrentar una guerra y, a pesar de todo, aún viven y luchan.

Hace rato que viene siendo necesario un levantamiento de todos los mapuche para poner las cosas en su lugar, para obligar a la sociedad chilena a definirse de una vez por todas, y para sincerar las cosas en los políticos que conocen al indio desde las cuatro por cuatro en sus viajes de turismo. Especialmente en esos que son solidarios con las causas de otras latitudes, pero cuando se trata de nuestros indios les aflora esa sensación de desagrado, ese respingo de nariz, esa repulsión de pensar en la posibilidad de tener algo de sangre india en sus delicadas venas. Ese racismo escondido en su disfraz de progresistas.

El Cisarro ataca de nuevo

Ricardo Candia Cares
El Loquín, pistola en mano, liberó al Cisarro y después se fue a tomar cerveza con unas amigas. Las aventuras de estos niños convertidos en celebridades, serán motivo de trabajos periodísticos en los que se ahondará en sus historias hasta la quinta generación. Algún cineasta advertido estará enfocando un nuevo negocio con la historia de estos ladrones de de cuarto básico.

Simultáneamente, ministros se van a reunir para buscar una solución a las peripecias que viven estos niños. Como si recién estuvieran despertando de un letargo que les impedía ver, las autoridades se dan cuenta que hay pequeños que apenas caminan y andan armados, resolviendo por cuenta propia los efectos de la mala redistribución del ingreso.

Probablemente se dispondrán de recursos para que científicos sociales de avoquen a la tarea de estudiar por qué en este oasis aparecen fenómenos como el Cisarro y sus partners.

Las acusaciones entre unos y otras dependencias del estado para ver quién tiene la culpa, terminará con lo mismo de siempre: en nada. Se van a prometer ajustes y modificaciones, equipos de trabajo interministeriales que deberán entregar un informe a al brevedad en el que consten medidas que logren terminar con la delincuencia de los niños. Mintiendo desde la a hasta la z, los funcionarios dedicados a esa noble tarea, entregarán sus opiniones proponiendo reformas, financiamientos, medidas, leyes y reglamentos.

Como muy bien saben estos expertos, nada de eso resolverá la situación de los niños que delinquen porque esta realidad es inseparable de un sistema que hace ricos a muy pocos, sobre la base de hacer muy pobres a muchos. Un sistema que ha destruido la educación pública, trasformándola en una educación para pobres, con escuelas que se caen a pedazos. Con un sistema de salud con hospitales para animales que enferman antes de entrar a sus dependencias. Con sueldos de miseria por trabajos de esclavos. Con millones de pobres viviendo en guetos peligrosos en los cuales ni la policía entra, ni las ambulancias, ni las esperanzas, pero sí la pasta base y el resentimiento.

En estos territorios, inexistentes para los dueños de todo, nacen y crecen estos niños condenados a la muerte prematura no sin antes conocer los avances de los métodos policiales, de la reforma judicial, de las cárceles concesionadas para, finalmente, llegar a los modernos cementerios que circundan la ciudad.

Estos niños sufren de pobreza endémica. Lo suyo es haber nacido perdedores en un mundo en el que nace chicharra muere cantando, en el cual los pobres, ese ejército de desempleados que necesita el sistema para mantener a raya las necesidades de la macroeconomía, debe mantenerse disponible todos los días.

Estos niños son de muchas maneras víctimas de la imitación. Basta una vuelta rauda por el dial televisivo para encontrar legiones de parásitos que hacen fortunas a la velocidad del rayo sin hacer más que mostrar sus bajezas ante los televidentes. Quieren ser como ellos

Deberán apurarse los que quieren sacar provecho del drama de estos pequeños. Las leyes infalibles del hampa se harán sentir. En ésta no es bien visto quien levante mucho polvo. La demasiada exposición de estos ladrones de kindergarten estimula a otros enanos con ganas de figurar y dispuestos a pelear quién es el más guapo.

No nos extrañemos el día en que el Cisarro amanezca cruzado por una certera estocada o liquidado con un tiro a la mala. Se habrá cerrado el círculo del cual las autoridades no tienen idea. Repartiendo bonos de miseria, preocupados por mantener buenas relaciones con los dueños del sistema, están convencidos que estos niños salen de la mala suerte y no del fracaso de un sistema que no los ve, que no les interesa.

El Cisarro, el Potito Rico, el Gorila, el Coca Cola Chico, el Miguelito, el Juanito Pistolas y el Loquín son representantes mediáticos de un fenómeno que no tiene que ver ni con el SENAME, ni con la policía, ni con las cárceles, ni con la psiquiatría. Tiene que ver con el alma que el neoliberalismo insufla en una sociedad en que todo tiene precio y casi nada valor.

Si hay un enfermo es el mundo que el sistema ha creado, es la sociedad contaminada por la especulación, el éxito constante y sonante y la ausencia de solidaridad y valores humanos. E infectada por una legión de sinvergüenzas, delincuentes creciditos, vestidos de exitosos empresarios, de severos militares o avezados políticos, muchos de los cuales dirigen por demasiado tiempo este campo de flores bordado.