viernes, 24 de abril de 2009

SIN DESMONTAR

Ricardo Candia Cares
24 de abril 2009
Sin desmontar, bajo una oscura manta de castilla sobre la que chorreaba indolente el aguacero, esperaba frente a la puerta del rancho mortecino. Te estoy esperando, repitió en voz alta por tercera vez. Aguzó el oído para comprender que sólo le respondería la lluvia. Revolvió el barro por enésima vez con los cascos del caballo para hacer patente la impaciencia que lo colmaba. La puerta del rancho se abrió con desgano y ella salió a la lluvia cubriéndose con un rebozo oscuro. Antes de montar de un salto en las ancas del animal, dirigió el brillo de su mirada y su leve sonrisa hacia la puerta por donde salía un haz de luz y el humo de un cigarrillo. Ya nos vamos a encontrar, gritó el jinete antes de espolear brutalmente su caballo y desaparecer en la lluvia, sin alcanzar a escuchar lo que el hombre, con una sonrisa en los labios, le dijo desde el vano de la puerta y que repitió cuando expulsó la colilla de su cigarrillo con sus dedos hacia el oscuro aguacero, cuando quieras.

jueves, 23 de abril de 2009

La Infancia sub prime

Ricardo Candia Cares
23 de abri 2009

El Cisarro admira a Daddy Yankee y al equipo de la Universidad de Chile. De sus nueve hermanos, cuatro están presos por robo y su padrastro cumplió una condena por asalto. A los nueve años, de lo que se sabe, hizo su primera incursión contra la sacra propiedad privada y su cumpleaños número diez los celebró en una comisaría para evitar que lo hiciera afanando a alguien en la calle.
Tres programas sociales distintos y simultáneos no han podido convencerlo de que el robo es cosa mala. Tiene buena suerte este niño si lo comparamos con los otros 4.000 que en la Región Metropolitana se dedican al lucrativo trabajo de asaltar, robar, hurtar, atacar mujeres solas y escalar las mansiones que los dueños de todo levantan cada día más alto para cuidarse de estos perdedores. No existe plan o política pública que logre salvarlos de la garra feroz que ya los secuestró de por vida: la delincuencia y su secuela de violencia, dolor, crimen, cárcel y muerte.
Los mejores amigos y socios de El Cisarro, se llaman El Garra y El Gorila. Tienen 15 años y cada cual exhibe sus reiteradas detenciones y condenas. Su madre de cuarenta y tres años, que sufre de diabetes y tiene problemas mentales, vive en un rancho de diez por seis con los sesenta mil pesos que le regala cada mes la municipalidad.
Cisarro es del mismo team que componen el Coca Cola Chico, el Miguelito, el Poto Rico y Juanito Pistolas. Podrían ser expuestos como un resultado notable de la política cultural que el régimen se ha preocupado de construir en dieciocho años en su versión milica y en los últimos veinte de civil.
La farándula, en sus versiones política, futbolística y televisiva, oculta cuando le conviene a estos personajes que confirman todos los días para dónde va la economía, la cultura, la política y todos los demás. La existencia de estos habitantes suburbanos, subhumanos, demuestra de manera brutal lo que a escala infantil es el neoliberalismo: la existencia de muchos perdedores que apenas se levantan del suelo, para que haya un puñado de ganadores.
Estos niños demuestran la inmoralidad del bienamado crecimiento, su cara inhumana, su carácter de proyecto fracasado, su perfil mezquino. Retrata el desprecio, el apartheid, la relegación, el hacinamiento, el odio, la esquizofrenia que cultiva el país minuto a minuto.
Estos hijos del fracaso nacen todos los días y mueren todos los días liquidados por la violencia en la que nacieron, tiroteados por algún socio o derretidos por la droga y el alcohol.
Esta mecánica, vista desde el sistemita, tiene su lado lucrativo porque echa a andar la maquinaria que se sirve de estos subproductos andrajosos. Corporaciones, organizaciones no gubernamentales, programas sociales del gobierno, cárceles privadas y de las otras, proyectos de reinserción, fundaciones de naturaleza varia y la omnipresente maquinaria represiva, se ponen en movimiento con la excusa de contener, poner a salvo y reintegrar a los hijos del fracaso. Pero por cada paso que dan, cobran sueldos y estipendios jugosos y nutritivos. Cada una de estas benefactoras instituciones, saben como nadie o como todos, que su esfuerzo es útil sólo para su propia sobrevivencia y lucro. Alojados en el ADN del sistemita, a esos niños no los salva ni Cristo resucitado.
Utilizando la intuición que la pobreza, el maltrato y el sufrimiento les desarrolla con precocidad, los niños del fracaso saben que dependen de su habilidad mientras no más dejan de gatear. Mientras más rápido aprenden que la norma es quitarle lo más que puedan a los que más tienen, aumentan sus probabilidades de llegar vivos a la adultez. Y que mientras más tempranamente elijen los modelos a seguir de entre sus mayores, en esa misma medida se harán de un nombre y del respeto de los demás, dispuestos a desenguaracar una treinta y ocho y despacharse a quien pinte mucho mono o dé mucho jugo.
Estos pequeños son el futuro esplendoroso que mañana alimentara la morbosidad de la televisión. Estará ya en marcha la película de El Cisarro u otras seriales televisivas que han encontrado en estas formas de miseria humana una buena veta para ganar dinero sin pagar derechos de autor, ni nada que se parezca. Será un buen modo de olvidarse colectivamente que estos niños poblarán, en poco tiempo, las cárceles privadas que tanto enorgullecen a los ministros.
Mientras miles de niños sub prime deambulan ajenos a la crisis y sin saber de fondos mutuos, el sistemita prepara elecciones. Todo candidato que se precie hace cálculos, especula porcentajes y redacta programas de gobierno, los que por sus intenciones son magistrales, pero que caen en el olvido no bien termina el recuento de los votos.
La derecha en su nido de víboras caníbales tratando de adecentar lo indecente. La Concertación tratando de seguir engrupiendo para mantener la inagotable teta del estado, una parte de la izquierda suplicando por un escaño, y otras partes en esfuerzos de lucidez variable.
Hace falta soñar un poco más. Es necesario que simplifiquemos las cosas y en vez de grandes discusiones y sesudos programas de gobierno, pensemos cómo sería un país en que sus niños no tengan posibilidad alguna de convertirse en delincuentes antes del quinto básico.
Diseñar una patria en que una medida fundamental sea el grado de felicidad de los pequeños.
Imaginarse un país que se avergüence de los miles de metros cuadrados de cárceles privadas construidas, en vez de inaugurarlas como quien estrena una sinfonía.
Un Estado que asegure la educación, la salud, la vivienda de la mejor calidad para los niños aunque para financiarla debamos vender los aviones de guerra y fundir los tanques.
Soñar un territorio que reparta sus riquezas entre los más desposeídos y el que más tenga, más ponga.
Construir un país en que la democracia no sea sinónimo de elección, sino un sistema de vida que comience en el pololeo, siga en la vida en común, se perfeccione en la crianza de los hijos y se deje ver a diario en la economía, la sociología y la sexualidad doméstica.
Que en las elecciones no sea el dinero el que compre los votos, sino sea el mérito el que los gane. Y que se pueda sacar con viento fresco a aquel que mintió para el efecto.
Y que mande la gente o que no mande nadie.
Un país pensado para niños, contiene un país para todas y todos. La pregunta es cómo salvar al Cisarro, al Garra, al Gorila, al Coca Cola Chico al Poto Rico y al Juanito Pistolas de su presente desgraciado y asegurarle un futuro fuera de las cárceles, de inútiles programas de rescate, de la represión y de cementerios prematuros.
Las respuestas aún se esconden detrás de los discursos, de las buenas intenciones que no son tales, de la mentira que ha secuestrado la verdad, de las fortunas que necesitan de tanta pobreza para alimentarse y de la tremenda falta de valentía de los que alguna vez fueron capaces de ofrecer tanto mártir y tanto héroe a una causa que aún espera por un relevo con suficiente mérito.

martes, 21 de abril de 2009

La movilización en tiempos de la listeriosis

Ricardo Candia Cares
20 de abril 2009

De aquí a poco, el Paro Nacional del que tuvimos noticias la semana pasada, que no fue paro ni fue nacional, si hemos de decir las cosas según se llaman, será un recuerdo más. El gobierno de la Concertación parte del supuesto que es inevitable gobernar con un cierto nivel de movilizaciones de sectores sociales porque tiene muy claro que cuando se habla de movilización, se está diciendo marchas callejeras, suspensión del tránsito, concentraciones, lanzamiento de panfletos y gritos de consignas. Pocas cosas más inofensivas si lo vemos desde el sistemita.
Hace falta discutir qué deben ser las movilizaciones del mundo social. Que se sepa, no ha habido un funcionario del Gobierno o parlamentario que haya cambiado de opinión al ver unos cuantos miles, decenas de miles, incluso centenas de miles gritando en las calles. Les basta tener un boy scout, como en su tiempo Harboe y ahora Rosende, para poner en marcha la política represiva, cada vez más parecida a la de la dictadura. Y sería.
La movilización es mucho más que agitación. Es sobre todo una acción política permanente. Es información, discusión, articulación. También marchas, afiches y volantes. Pero por sobre todo, es una táctica política que genera un cierto nivel de inseguridad en los administradores del sistema, que amenaza sus pilares, que logra la acción colectiva, que pone en movimiento el espíritu solidario de la gente, que subvierte al populacho, que tiene propuestas y significa un avance para sus objetivos estratégicos. Y muy especialmente, que permite ganar espacios. La movilización es ante todo una acción política y la política es una cuestión de fuerzas.
La movilización, entendida como una acción política, contiene la agitación callejera, pero no limita con ésta. Cuando los trabajadores o estudiantes se han movilizado de verdad, han cruzado el límite de lo meramente reivindicativo para hacer política. El más claro ejemplo lo encontramos en las movilizaciones estudiantiles del 2006. Los actores de esas movilizaciones lograron doblar la mano de una autoridad que se complace en mostrar un puño de hierro. Los estudiantes lograron hacer política mediante la movilización porque lograron poner en riesgo la pax que necesitan los administradores para cumplir con sus propósitos. Fue una acción permanente, audaz, alegre, que permitió la articulación de diversos actores, involucró a prácticamente toda la sociedad y tuvo, en cierto momento, en jaque a la autoridad.
Otra discusión es la traición de la Concertación a esas emotivas jornadas estudiantiles y a la debilidad, cuando no complicidad, del movimiento sindical, para que finalmente se hicieran leyes en el sentido exactamente contrario a las exigencias de los estudiantes. De estas dos vertientes se nutrió el conjunto de leyes que perpetúan una educación inmoral, como la que se está instalando.
La mayor expresión de movilización debiera ser la desobediencia civil que ha sido una herramienta democrática que ha permitido cambios en las legislaciones y las constituciones cuando éstas no dan respuestas a fenómenos sociales emergentes que buscan decir su palabra.
Desobediencia a todos lo que huela a servidumbre instalada, a discurso falaz, a promesa electoral, a una mal disfrazada complicidad con el sistema, a acuerdos inmorales tras sillones codiciados. Desobedecer a los dictados del mercado, del gobierno, de los órganos del estado, de los ministros, de los capitanes y los infiltrados. Despreciar lo que huela a ministerio, a subsecretario, a acomodo, a alfombra mullida, a amnesia inducida o derechamente comprada a precio de promesa de dieta parlamentaria. Hacer política mirando hacia delante, nunca hacia atrás o hacia el lado. Ser militantes de una idea al modo de los hombres y mujeres libres.
Lo del jueves 16 no fue paro ni fue nacional. Si hemos de decir las cosas por su nombre, nadie llamó a paro nacional. Para la CUT fue una movilización. Falta que la palabra se encuentre con su significación. Que cuando digamos pan sea pan lo que nos figuramos y cuando sea dicho vino, sea vino el que bebamos. Cuando se diga paro, que no se mienta.
Para retomar el camino de la movilización de verdad, esa que es política, que tiene objetivos y una estrategia, que involucra y convoca la conciencia de centenas de miles, se necesita una huelga grande, que hasta el amor alcance, al decir de Gioconda Belli.
Desde que tenemos memoria los dirigentes de la CUT han amenazado con el Paro Nacional, pero hasta ahora, ha primado el muy humano y comprensible interés personal. Sobre todo cuando ronda en lontananza la justa parlamentaria en un río cada vez más revuelto.
Los dirigentes de la CUT, que debieran jubilar por el tiempo que llevan a la cabeza de la central, han sido aliados estratégicos para los gobiernos de la Concertación. Deberían evitarse desgastes inútiles, como la movilización de la semana pasada. Más vale que el compañero presidente de la CUT, vice presidente del mismo partido que la compañera Bachelet, converse con ella y le exponga de manera directa lo que trató de decir en un discurso que no escucha nadie.
Mientras, silencioso, un paso tras otro, anclando sus garras un poco cada vez, yendo hacia delante sin proponerse recular ni un milímetro, el sistemita se acomoda, se arrellana, prende la tele, se sirve un trago y se dispone a descansar porque sabe que el camino es largo y más vale tomárselo con calma.
No mucho más allá, escucha un murmullo de voces airadas que lejos de inquietarlo, le genera un sueño reparador.

Misiones militares en tiempos de paz

Ricardo Candia Cares
14 de abril 2009

Para los que puedan haber olvidado, recordemos que aún se mantiene una misión del Ejército chileno en Haití. Según reza el mandato de las Naciones Unidas, ésta tiene por propósito la mantención de un entorno seguro y estable que permita la paulatina rehabilitación de las instituciones, hacer esfuerzos por defender, promover y desarrollar los derechos humanos, entre otros fines no menos significativos.
Es una experiencia trascendente para nuestros hombres de armas acercarse a la realidad de un pueblo al cual sistemáticamente se le han conculcados sus derechos más elementales, que han vivido durante años en condiciones de marginalidad, en un territorio en el que las estadísticas referidas a desarrollo humano palidecen por el drama que esconden.
Es una demostración palpable de que nuestros soldados ya no son lo que fueron. Su demostrable vocación democrática, otrora puesta en dudas por su incursión algo extendida en labores de gobierno, su total adscripción a normas, procedimiento y reglamentos ajustados del todo a los principios del respeto de la persona humana, la democracia, la libertad y los derechos del hombre, hacen revalorar a nuestros hombres de armas.
La ayuda a un pueblo que sufre los rigores del abuso, la pobreza la marginalidad, la conculcación de sus derechos, no tiene precio. Apoyar la superación de las condiciones en que viven, sobreviven, tantos seres humanos, ajenos al avance tecnológico, de las ciencias, de la educación, de los beneficios de la modernidad, bien merece un esfuerzo.Las Fuerzas Armadas han hecho una importante experiencia al tratar con personas que por mucho tiempo no han sabido otra cosa que represión, desprecio y abuso, que han sido aterrorizadas por bandas armadas y que no se les ha sido permitido gozar de los beneficios de la democracia tal y como nosotros la conocemos.
La experiencia ganada en el extranjero sería del todo bienvenida en territorio mapuche. La próxima misión de carácter humanitario que podrían enfrentar las Fuerzas Armadas podría ser en los territorios comprendidos por las regiones del Biobio, la Araucanía, de Los Ríos y de Los Lagos.
Debería, de partida, poner coto a la cacería de mapuche que los ministros de interior y sus respectivos subsecretarios, cada uno a su turno, se han esmerado en perfeccionar. Muchos recordarán las visitas del Ministro del Interior y sus amenazas a cuánto indio tuviera cara de culpable, es decir, a todos. En esa oportunidad olvidó visitar a las familias de los mapuche asesinados, Matías Catrileo y Alex Lemun y aquellas afectadas por allanamientos brutales por parte de bandas de las que es difícil saber su origen porque muchos de sus integrantes actúan enmascarados, gaseando, baleando y golpeando a hombres mujeres y niños sin discriminación.
Ahora que el cabo segundo Harboe es diputado por el arte del chamullo y la movida, hemos dejado de oírle sus amenazas contra todo lo que huela a indio. Sin embargo, consecuente con la política cultural que para el mapuche ha ordenado la compañera Bachelet, hoy hace su aparición Patricio Rosende, antiguo militante del Partido Derecha Republicana y del Partido Alianza de Centro, que desde su puesto de Subsecretario del Interior ha orientado una verdadera cacería de mapuche acusando de terroristas a las víctimas de estas razzias antes que los tribunales digan nada al respecto. Otro Sheriff hace su estreno en sociedad.
Los beneficios que la incursión de las Fuerzas Armadas traería para la defensa de los derechos humanos en una zona en que se violan todos los días, serían notables. La primera vez que el ejército chileno entró en territorio mapuche iba en una misión que aún se llama en los textos escolares, Pacificación de la Araucanía, pero que en rigor fue la ocupación a sangre y fuego de territorios que, de un día para otro, cambiaron de dueños por el persuasivo lenguaje de los Cañones Krupp, las carabinas Spencer, los fusiles Martini-Henry, los Comblain II y el Winchester.
Ahora sería distinto.