martes, 28 de julio de 2009

Sigue la guerra contra el pueblo mapuche

Ricardo Candia Cares
28 de julio 2009
El índice de popularidad del que goza la presidenta Bachelet debería medir también el grado de su arrogancia para tratar a los mapuche, al sur del Bio Bio. La represión, el abuso de leyes hechas por la dictadura y el mentado estado de derecho, ha sido usado para enfrentar a todo lo que huela a indio y pobre.

Las herramientas preferidas para enfrentar las demandas de los mapuche, fueron creadas para reprimir al pueblo durante la dictadura. Las que parecen leyes, entre cuatro paredes y un cielo raso, las que disparan, en las armerías. En las manos de los que hoy fungen como autoridades, han servido para mantener a raya, buena puntería mediante, el ímpetu mapuche por la recuperación de sus tierras y por exigir sus derechos humanos básicos debidos en tanto personas.

El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, ha exhortado a las autoridades chilenas a respetar estos derechos y numerosos países han hecho patente su preocupación por los niveles de represión de la que son objeto. El Departamento de Estado norteamericano ha hecho saber su preocupación por lo que llaman la rearticulación de grupos radicales, pero el sheriff Rosende le ha restado importancia a esas declaraciones, sin tomar en cuenta que en cuestiones de guerra el Departamento de Estado sabe.

Se han denunciado juicios sin pruebas serias en contra de sus dirigentes y montajes hechos por las fiscalías caza mapuche y por las policías. Los presos políticos mapuche son mostrado ante las cámaras de televisión como piezas de cacería, para luego ser encerrados en condiciones inhumanas en las cárceles del sur. El hacinamiento y las malas condiciones de vida al interior de los penales, no se diferencia en nada a las que debimos soportar quienes conocimos la política penal del anterior régimen.

Los altos niveles de violencia en los allanamientos a las comunidades en las que la policía armados para al guerra, no han discriminados entre mujeres, niños, ni ancianos, se ha incrementado. Balas policiales han matado a jóvenes mapuches sin que se sepa de responsables Para los mapuche, nada ha cambiado.

Centenares de dirigentes mapuche han hecho saber su disposición a conversar los temas que mantiene movilizadas a las comunidades, sin embargo, la presidenta se ha negado en forma sistemática a recibir a los indios.

La intendenta de la región de La Araucanía, la compañera militante del Partido Socialista Nora Barrientos, se ha esmerado en hacer cumplir el estado de derecho, que en la zona más parece estado de derecha.

Con un entusiasmo digno de las mejores causas, la compañera Barrientos ha dejado en claro su disposición a aplicar la ley antiterrorista sin vacilación contra quienes sean encontrados culpables del delito de ser mapuche. La compañera Barrientos con seguridad canta la Marsellesa con el puño en alto. Y se encontró ese no despreciable puesto y las oportunidades que brinda la democracia, amarrados en un trapito.

Los carabineros de Chile, con una amplia experiencia en estos ejercicios de guerra, han desplegado una buena cantidad de efectivos armados de munición de guerra y un sensible dedo en el gatillo. Desde las oficinas de la ANI y los servicios de inteligencia de los organismos del estado, se monitorea de cerca la evolución de los acontecimientos y en alguna parte, los satélites espías dan cuenta del movimiento de los indios, las conversaciones por celulares y el tráfico de Internet.

Más cerca, el ejército chileno, se soba las manos con la posibilidad de entrar en batalla si las cosas se ponen feas.

Los compañeros que gobiernan el país han reducido el conflicto de la región mapuche a un problema de competencia sólo de las policías, respecto de lo que basta la aplicación rigurosa de las leyes de la dictadura y la descalificación del mapuche, haciéndoles aparecer como ladrones, delincuentes y bandidos que desconocen el orden y la propiedad privada.

Los gobiernos de la Concertación, rendidos al poder del gran empresariado, la iglesia y los militares, hacen esfuerzos por pacificar una vez más esa zona caliente. Desconocen que la exigencia mapuche no tiene que ver con metros cuadrados, sino que con el respeto debido a una nación que existe desde antes que se construyera La Moneda y que tiene derechos que se reconocen por la comunidad internacional en distintos Convenios y Declaraciones de organismos multinacionales.

Por ahí cerca, los candidatos a la presidencia se esmeran en cautivar votantes con sus simpatías personales, sus fortunas, sus señoras y promesas. Cuando pasan por la región del conflicto, lo hacen de noche o muy alto en el cielo. Para no ver, para no escuchar para no saber.

viernes, 24 de julio de 2009

Según el punto de vista del proletariado...


....la hegemonía pertenece a quien lucha
con mayor energía,
al jefe ideológico de la democracia.
(me lo dijo alguien que leyó a Gramsci)

Ricado Candia Cares
La izquierda, a veces, se pone de acuerdo en proyectos políticos inspirados en nuestras buenas intenciones con la humanidad. En el caso chileno, la fascinante y dramática experiencia de la UP, es un caso que lo demuestra. Un programa impulsado por un arco iris de idealistas y revolucionarios fascinó al mundo, logró el reconocimiento y la solidaridad de las buenas personas del orbe y finalmente sucumbió tanto por la conspiración del imperio y sus empleados locales, como por la fragmentada base política con que contaba su líder, Salvador Allende.
Enfrentados a la competencia electoral, nuevamente parte de la izquierda desempolva las ideas añejas de hace cuatro años y las deja sobre la mesa. La variante en esta oportunidad, es la negociación que el PC ha llevado adelante con la Concertación en orden a terminar con la exclusión, que en palabras de los compañeros, se define como la ausencia de sus militantes en el parlamento.
La unidad de la izquierda, en este contexto, es entendida como la aceptación de un candidato presidencial, lista parlamentaria y programa, elegidos sin más participación que los que caben en una mesa. Y quienes afirman que esto es una falacia, son considerados como enemigos de la unidad.
Algunos sectores y personas creemos que le haría bien a la izquierda, pensando en un Chile distinto, aprovechar la oportunidad y ejercitarse en el arduo camino de lo democrático, es decir, aquel sistema en donde las personas, todas ellas, valen.
Como ejemplo, que los candidatos que van a estas elecciones sean elegidos por la gente. Ante esta cándida proposición, las respuestas de los administradores de las ideas, han dicho que son muy caras y que para remedos pobres de primarias no hay plata.
Y hasta ahí han quedado las extravagantes ideas en orden a que la gente común ejerza su derecho a levantar el dedo.
Otra parte de la izquierda ha tomado la higiénica resolución de hacer caso omiso a esta imposición unipolar. Hasta ahora, daba la impresión de que la izquierda, ese amasijo de sueños, colores, mártires y porfiados, tuviera dueño y pobrecito el que quiera irse por la libre.
Esta inercia no ha dejado más que sueños despostados, letreros inútiles, sumas fraudulentas y muchos desalentados que se fueron para sus casas. La política electoral de la izquierda extraparlamentaria, el PC, el PH, la IC y esa ficción llamada JPM, ha resultado un fracaso.
En la naturaleza no existen los polos aislados. No hay norte sin el sur, ni negativo sin positivo. La liberación de la energía eléctrica contenida en una batería, es por la existencia de dos polos. Algo similar debiera ocurrir en la izquierda. Le haría muy bien a este alicaído sector el que se instalara otro polo que tenga la facultad de abrir el debate, que también es una forma de energía.
La batalla de las ideas debe ser un ejercicio democrático y de camaradería. Confundir la crítica con el ataque y el contrincante con el enemigo, sólo ha atrasado nuestros sueños. Las ideas se volvieron loquitas. Se pusieron diversas, coloridas, contradictorias, con más grises que blancos o negros, más dudas que certezas, más preguntas que respuestas, más desconfiados que cándidos, más observadores que militantes. Pretender que todos pensemos del mismo modo es un absurdo sólo comparable a mantener sobre esta insanía un silencio cobarde.
La nueva energía que irrumpe de modo caótico puede inaugurar un punto de partida para aventuras disparatadas: otro vértice de la izquierda, sin mirar para el lado o para atrás.
Bienvenido el aire limpio de la batalla de las ideas.
La negativa del MAS, G80, NI, y otros a la imposición de una Asamblea que elegirá finalmente candidato presidencial, lista parlamentaria y programa de gobierno, debe generar la oportunidad de levantar otras ideas, otros personajes, otros criterios.
Pero sobre la base de que todos somos compañeros y que en la izquierda no sobra nadie, que crítica no es ataque, que el enemigo es el que está al frente, que la ambición sea por un futuro bueno para todos, que el odio sea de propiedad exclusiva del enemigo, que lo que valga la pena se haga riendo, que el egoísmo sea desterrado y su lugar lo ocupe la solidaridad, que la felicidad sea obligatoria una vez al día y que se encuentre gratis en las esquinas y en el amor, que los mejores sueños son los que vivimos despiertos y que ya está bueno de morir por las buenas ideas: es tiempo de vivir por ellas.

La izquierda desvanecida


Ricardo Candia Cares
Nuevamente el espectáculo viene del lado izquierdo del circo. Como si se tratara de una costumbre con fuerza de ley, el PH se deshace de sus aliados del PC, como quien arroja de costado un papel viejo.

El oportunismo, celebrado en el caso de algunos delanteros del fútbol profesional, esta vez muestra su mejor expresión. Los humanistas se dan cuenta que el proceso que culminó con la elección de Jorge Arrate como el candidato presidencial de esa ficción llamada JPM, no era tan democrático, que esa forma de luchar contra la exclusión era excluyente, que el candidato de esa izquierda no es tan de izquierda y que todas las muestras de confianza y camaradería que se decían, no eran sino una puesta en escena lamentable, cínica, inservible y rastrera.

Como si fuera poca cosa el espectáculo de colaborar frenéticamente con la Concertación mediante el excluyente pacto que intenta llevar al parlamento a los dirigentes del PC.

Decenas de militantes comunistas han hecho pública su renuncia al padrón de ese partido. Denuncian que la dirección comunista se aleja a pasos agigantados de sus principios fundantes y se acerca, haciendo gala de un cariño inédito, a las posiciones de la Concertación, hasta ayer motejada como un engendro del capitalismo y sus males.

Esta misma semana se ha sabido de la inscripción del partido MAS en el servicio electoral, lo que reforzaría la candidatura de su abanderado, el senador Alejandro Navarro, quien tuvo la gentileza de asistir a un evento organizado por Agustín Edwards, el decano de los golpistas chilenos y que la oportunidad no dijo nada.

Mientras tanto, el pueblo de izquierda mira ya sin asombro estos espectáculos inútiles que no son capaces de ofrecer nada distinto contra el sistema que ha sido capaz de amaestrar a sus enemigos principales y los tiene comiendo de sus manos.

El espacio para una opinión distinta que ofrezca desde la izquierda una idea nueva de país, simplemente está desierto. La renuncia de la izquierda formal, de toda ella, a levantar la causa de la indignación cotidiana contra un orden que la produce en cada paso, avergüenza.

La izquierda formal renunció a ser la voz de los que no hablan porque no pueden, ni tienen dónde, ni cómo. La expectativa de un silloncito y sus comodidades asociadas, les activa los jugos gástricos y la imaginación, dejando a un lado la incomodidad de la memoria, los principios y la realidad de los perdedores de siempre.

La izquierda formal, que alguna vez encarnó las esperanzas de millones y era capaz de poner en movimiento la energía tremenda de la gente en pos de utopías inalcanzables pero que hacían caminar, se ha adormecido con los cuentos contados en susurros térmicos por los dueños del botín.

La izquierda formal es responsable por inacción de que el mundo vaya de mal en peor. Acomodándose paulatinamente nadie sabe si por conveniencias estrictamente personales, por la intromisión de los servicios de seguridad entre sus cuadros, por la aplicación exhaustiva de los lineamientos de los documentos de Santa Fe o de todas las anteriores, ha abandonado el campo de la lucha y el significado de la palabra compañero.

Las cosas siguen andando sin tropiezos para los gestores, administradores, guardianes y promotores de un sistema que tiene al mundo al borde la asfixia, sin que los que podrían, den una opinión distinta.

Hay una sensación de rendición incondicional, de abandono. Los viejos cuadros que alguna vez dirigieron la pelea brava, hoy esperan alguna jubilación que les permita rumiar recuerdos en los bancos de las plazas. Y que se sepa, cuadros nuevos no hay.

Se comienza a pensar que quizás, después de todo, el sistemita no es tan malo si se le hacen ajustes aquí y allá.

No hace falta ir muy lejos para observar los efectos del modelo que ahora se blanquea con la incorporación de quienes eran, hasta ayer no más, sus enemigos jurados. Superar la exclusión que vive hace casi cuarenta años el pueblo por la vía de obtener algunos asientos en el parlamento, es una falacia. Pretender que es posible cambiar desde adentro el sistema, sería monumental, si fuera ingenuidad. Pero más parece cálculo, simple y terrenal.

Se han arriado las banderas de la indignación y proponer la idea de un país y un mundo distinto pasó ser propio de idealistas desubicados. Se ha optado por ponerle buena cara a los que dan y quitan escaños y cupos. Hasta ahora, la movilización, esa manera de conmover a las mayorías, parece una ilusión que no tiene cabida en estos tiempos.

Este sistema político está hecho para resistir disenso internos, pataletas, díscolos, divisiones, transferencias, traiciones y cogoteos. Pero ningún sistema, por muy afincado que esté en la fuerza o en la costumbre, ha podido jamás resistir una buena rebelión de la gente. Las cosas comenzarán a de ser distintas el día en que la gente recupere el sentido de la autoestima y la vergüenza, se haga sentir como mayoría y decida echar afuera la indignación que ya tiene guardada hace demasiado tiempo.



jueves, 23 de julio de 2009

Derecho a reunión y derecho a rebelión

Ricardo Candia Cares

De haber estado vigente la ley que quiere prohibir las reuniones públicas, Salvador Allende no habría podido celebrar su triunfo aquel cuatro de septiembre de 1970, desde las ventanas del edificio de la FECH, frente a la Biblioteca Nacional. O le habría salido bastante caro.

La lógica de la seguridad nacional, administrada por la Concertación, parte del supuesto que las manifestaciones públicas son un atentado al orden, la propiedad y las buenas costumbres. Tal como lo piensa el Opus Dei, los Legionarios de Cristo y los manuales de la Doctrina de la Seguridad Nacional.

No bastando el decreto supremo 1.086, del glorioso año de 1983, firmado por el mismísimo Augusto Pinochet, que impide la reunión en lugares públicos sin permiso previo, y con el evidente ánimo de perfeccionar la democracia construida en veinte laboriosos años, el ejecutivo, con el apoyo de los parlamentarios de la Concertación, promulgará una ley que hace aún mucho más difícil la libertad de expresión y de reunión.

El cálculo de los que administran la contra inteligencia es simple. Si se sanciona a los organizadores de un evento público con multas y cárcel, va a ser difícil encontrar a quien quiera arriesgarse, porque en ningún país del mundo es posible tener el control absoluto en una reunión pública en la que participan diez mil o treinta mil personas o más.

Los actuales administradores se olvidaron de sus tiempos de rebeldes cuando desfilaban de seis en fondo, con un linchaco en la cintura, una caña de colihue a modo de fusil, y un casco de construcción en sus cabezas. Recordarán aquellos tiempos con un dejo de vergüenza, cavilando en las cosas que se hacen cuando se es un inmaduro adolescente.

Hoy, cualquier conducta que desordene el ambiente es considerada como atentatoria contra la moral, el orden y las buenas costumbres. La derecha, que siempre ha admirado el orden de las tumbas y de los regimientos y ha criminalizado todo aquello que despeine o tienda a despeinar, ha logrado ganar ideológicamente a los que antes querían fundar guerrillas en donde hubiera unos matorrales.

Para la Concertación y su política cultural, los derechos Humanos son sólo aquellos que se violaron durante la dictadura y no aquellos consagrados en la declaración de las Naciones Unidas y que se violan todos los días. No les cabe en la cabeza que el derecho a reunirse sin pedir permiso en lugares públicos es tan vital como el aire. Amnistía Internacional ha reiterado su demanda al estado chileno para que derogue el decreto ley 1.086, precisamente porque vulnera los derechos a reunión, propios de un país decente.

Para reforzar la necesidad de una ley tan retrógrada como la que se piensa, el estado hace su aporte con personal encubierto. No han sido pocas las veces en que los organizadores de eventos públicos de carácter político, han denunciado la aparición de sospechosos sujetos que se infiltran entre los participantes con el propósito de generar los desordenes que, minutos más tarde, servirán de argumento para que la maquinaria represiva, perfeccionada en veinte años de labor encomiable, entre en batalla sin discriminar entre desordenados y pacíficos. Ahora servirán para meter preso a los organizadores y/o cobrarles los daños causados.

Quien circule a diario cerca del palacio de La Moneda, se habrá dado cuenta de la dificultad que existe para caminar por esa explanada. Cada vez es más evidente el temor del poder, de todo poder, hacia la gente común y corriente. Es penoso ver cómo el lugar donde murió Salvador Allende se encuentra cercado por una reja más propia de un chiquero.

Las grandes alamedas están cercadas por carabineros, humo tóxico, lanza aguas, infiltrados, cámaras secretas y francotiradores. Si algún soñador se cree el díctum en tránsito de muerte de Salvador Allende, deberá arriesgarse a pagar dinero en efectivo o con cárcel su aventura. Las grandes Alamedas deben entenderse sólo como una metáfora. Y eso de abrirlas, ni pensarlo. Estarán cercadas por las fuerzas del orden.

El temor al desorden y el amor al orden, visto por los cavernarios que redactan las leyes y quienes las promulgan, daría hasta para castigar el principio de la entropía. Los dueños y administradores del poder necesitan que nada se salga de su curso, que todos caminemos derechitos.

Ser como plantaciones de árboles, como cruces en las tumbas, como soldaditos de plomo de ministro, como los números de la economía, como niños criados rigor de la guasca mediante. Buenos chicos y ordenados.

Rebelarse contra leyes injustas es un derecho tal como el aire lo es. Desobedecer aquello que ofende el espíritu libertario de la gente es una exigencia de los dignos. No ser domesticado por el sistemita, negarse a ser cooptado por tres chauchas, arrodillarse sólo ante el amor, es vivir al modo de las personas con decoro. Sin pedir permiso.

miércoles, 22 de julio de 2009

Mándale un balazo

Ricardo Candia Cares
9 de julio 2009

El carabinero Walter Ramírez sinceró las cosas al matar de un balazo, bala comprada con los recursos de todos los chilenos, al mapuche Matías Catrileo. Con su acto no sólo asesinó cobardemente a un muchacho desarmado. En ese tiro, disparado por un representante de la ley y el orden, quedó en evidencia lo más selecto de la política oficial hacia el pueblo mapuche.

Quedó en evidencia también la poca colaboración que presta la norma de grabar las conversaciones entre los jefes y su tropa. De no haber sido por este accidente, que prontamente deberá ser corregido por el alto mando, el asesinato de Matías pasaría a engrosar el listado inconcluso de aquellos mapuche que han muerto por defender lo que por derecho les pertenece, pero que hoy es de propiedad de los amigos de los ministros de la Concertación.

El asesinato perpetrado por el carabinero Ramírez deja en evidencia, además, la perfección de un lenguaje que no dice nada, que ha esfumado el sentido verdadero de las palabras. Cuando una persona mata a otra se llama homicidio. Cuando la víctima es un mapuche indefenso es un asesinato cobarde. Sin embargo, en opinión de las leyes y los jueces, este asesinato vil y cobarde se llama violencia innecesaria con resultado de muerte. Y no homicidio como el sentido común insiste en llamar.

La ejecución del mapuche Matías Catrileo obedece a la aplicación sistemática de una política de represión en la zona del conflicto generado por la usurpación centenaria de las tierras de los mapuche. Las tropas de carabineros, equipadas para la guerra, intentan desactivar una larga lucha por recuperar esas tierras y la dignidad de un pueblo sometido por la discriminación, el abandono, la pobreza y la represión.

Porque un indio quema unos fardos de paja le aplican la ley antiterrorista creada y aplicada con rigor prusiano por el dictador y, por lo bajo, lo mandan por cinco años a presidio. Si un paco mata a mansalva a ese mismo indio, no le pasa nada.

Cada vez que la represión se anota un tanto en las tierras mapuches, los sheriffs de turno se atropellan para explicar que las instituciones funcionan, que los tribunales dirán su palabra y que para ello el gobierno entregará toda su colaboración. En palabras corrientes, esto quiere decir que los fiscales caza mapuche tienen todo el respaldo del estado para hacer lo posible para dejar en la más perfecta y aromática impunidad un crimen por el cual, en un país decente, los hechores, instigadores y encubridores estarían en la cárcel.

En lo sucesivo, la política de pacificación de la Concertación en los territorios mapuche deberá tener más cuidado. Más cuidado en dejar huellas y grabaciones. Mucho cuidado en no despertar sospechas cuando la policía actúa, pagada por todos, como guardianes privados de los terratenientes que han usurpado esas tierras. Deberán operar con mayor sigilo cuando desplazan por la zona soplones e infiltrados que buscan ensañarse con quienes osan desafiar el orden y la tranquilidad de este oasis.

Unos pocos mapuche se aventuraron a la Moneda, en el día de San Fermín, para entregar una carta al gobierno denunciando la represión sistemática en sus territorios y la aplicación de leyes propias de la dictadura. El ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, que corre en auxilio de sus amigos terratenientes cuando estos los llaman, ha dicho la verdad: en el sur la situación es normal, es decir, es una zona militarizada, con armamento dispuesto a acribillar al que se ponga por delante, con la policía, el ejército, la ANI y las demás agencias de la represión circulando con uniforme y traje de calle y con los fiscales caza mapuche con todo el apoyo que le da la ley y el gobierno.

El gobierno de la Concertación debiera tomar en cuenta la grabación entre el carabinero Ramírez, la conducta de éste y los mandos policiales en el sentido de ocultar la verdad de lo ocurrido, filtrada finalmente por una inoportuna pista de audio. Se puede fundar una Doctrina Ramírez: disparar a la menor sugerencia de hacerlo, negar sistemáticamente el crimen, ocultarse en el silencio y omisión cómplice del gobierno, ignorar lo dicho por los organismos observadores de Derechos Humanos y aumentar el número de ministros pinochetistas.

El explosivo aumento en la popularidad de la presidenta da para mucho más aún.

viernes, 3 de julio de 2009

Tomar por asalto a La Moneda

Ricardo Candia Cares
2 de julio 2009
Uno de los gestores, promotores, encubridores y financistas del golpe de estado del 1973, Agustín Edwards, arrendó un centro de eventos para que casi todos los candidatos presidenciales debatieran respecto de Seguridad Ciudadana.
Alarmado por los robos que afectan a los sectores más pudientes del país, este golpista permite que los presidenciables hagan gala de su imaginación a la hora de pensar en cómo deshacerse de los que atacan escandalosamente la propiedad ajena como si fuera propia.
A la hora de los discursos, queda al descubierto la fascinación por las mejoras carcelarias, la rehabilitación, la mano dura policial. El celo social lo ponen opiniones que acusan a las desigualdades sociales y a la falta de oportunidades como posibles orígenes de la ola de delincuencia que asola la ciudad.
Mientras esto transcurre en el bien servido panel, los móviles de la televisión, reporteaban dos asaltos a residencias, a las cuales ingresaron los malhechores para arrasar con todo cuanto sea posible vender o consumir. Los noticieros de la mañana daban cuenta de la captura de una de estas bandas, cuyo promedio de edad no supera los catorce años.
No hay cárcel por muy moderna que sea, que pueda encarrilar a estos niños que asaltan. No hay plan de gobierno que logre siquiera atraerlos hasta sus dependencias para posible programas de rehabilitación. No hay posibilidad alguna de mano más dura que inhiba a niños de cuarto básico en su instinto de hacer por su cuenta una redistribución del ingreso, pistola en mano.
Tampoco es posible resolver la otra arista responsable de este azote contra el bien privado, las desigualdades sociales y las faltas de oportunidad. Para el efecto, sería necesario tomar por asalto La Moneda, y procesar a todos los que han sido los promotores, gestores, sostenedores y defensores del sistema que instaló en Chile la cultura que le permite todo al poderoso, pero al pobre diablo lo condena al infierno. O al cielo, en subsidio.
Y habría que partir por desenmascarar, procesar y meter preso al organizador de evento y, si no a todos, a gran parte de los asistentes. Una lástima que no hubiera nadie entre los participantes que aprovechara tan magnánima oportunidad para realizar lo que habría sido una acción de arte.
Una política seria de contención y prevención de la delincuencia debe partir por procesar y condenar de la manera más severa a los ladrones que aparecen en la tele como si fueran premios nacionales de algún arte o estrellas de rock. De vez en cuando, con una frecuencia que asombra, se descubre que funcionarios públicos, severos militantes de los partidos de la Concertación, son sorprendidos metiendo las manos en la caja. Ya nos olvidamos de las siglas de las reparticiones que han sido objetivos de estos ladrones con carné.
Por estos días de pandemias se ha sabido de las andanzas de los aviadores que se quedaron con una tajadita de los dineros, de por sí mal gastados, para comprar aviones de guerra. Se sospecha que en otras transacciones de material de guerra hubo coimas cobradas por estos astutos guerreros que no pierden tiempo en hablar de la importancia del honor, la honestidad y austeridad de la formación militar.
Desfiles de policías en los tribunales acusados de abusos sexuales y trata de blancas; redes de funcionarios judiciales y policías coludidos en actos de corrupción; empresarios farmacéuticos que asaltan a sus clientes; parlamentarios que abusan de su cargo para sacarse partes, enviar correo privado, pagar asesoras del hogar, oficinas de amigos, sueldos de familiares, choferes, empelados, nanas, amantes; funcionarios de gobierno que ganan lo que cientos de estúpidos chilenos de a pié; empresarios que debieran estar en la cárcel.
Que alguien haga la lista completa y se la envíe a Edwards. Quizás le resulte conmovedor organizar una reunión con presidenciables para debatir manos más duras contra estos frescos de raja que en muchos caso son tan inimputables como los niños, hijos de la Concertación que asaltan casas y transeúntes, por la vía de comprarse a los jueces, a los policías y a todo cuanto tenga precio.
Para el efecto de frenar la delincuencia infantil y juvenil habría que agregar a las medidas ya propuestas, la prohibición de que estos personajes aparezcan en la televisión por considerarlos como un ejemplo pernicioso, inducción al dinero fácil y apología de la sinvergüenzura.
Para que niños en edad escolar no sean quienes se roben la película en las estadísticas de la delincuencia, algún candidato debió plantear que estas epidemias, que debieran avergonzar a todos, no se eliminan endureciendo las manos y las condenas, ni mejorando las cárceles, ni al perfeccionar el sistema judicial, o limpiando a la policía y al sistema judicial de ladrones y corruptos.
Para salvar a los niños que delinquen es necesario fundar otro país en que esto simplemente, no sea posible.

Honduras puede ser un ensayo general

Ricardo Candia Cares
1 de julio 2009

Algo se habrá activado en las glándulas salivales de muchos habitantes de Las Condes La Dehesa, Lo Curro y en la Escuela Militar. Las noticias de golpe de estado en Honduras, el tercer país más pobre de América Latina, habrá gatillado emociones y nostalgias de aquellos que sobrevivieron y se enriquecieron después de haber sustentado, inspirado y administrado el régimen de la dictadura.
La primera lectura de estos criminales solapados será que aún se puede dar la palabra a los tanques, los aviones y los fusiles para poner las cosas en su lugar cuando los habitantes creen que es posible profundizar la democracia y no dejarla sólo reducida al rito de las votaciones, que en la mayor parte de los casos, no eligen.
Al más puro estilo fascista, la derecha y otros tontos útiles asombrados por lo que puede hacer el poder y la gloria, desenfundaron su brazo armado y lo lanzaron a la calle para reponer el sentido común, en plena Tegucigalpa. Está bien que el pueblo vote y se dé gobiernos con algún grado de sentido patriótico, pero de ahí, a querer construir de verdad un país en que la democracia no sea sinónimo de votación, hay harta diferencia.
Bien lo saben lo bolivianos cuando quisieron hacer una Constitución a su gusto y medida. Al gusto y medida de la mayoría como debe ser. Bien lo conocen los venezolanos cuando quisieron hacer las cosas contrariando a como se hicieron por casi ochenta años en ese país y, por amplia mayoría, modificaron lo que se debía para demostrar que nada es inmutable, sólo a condición de que sea la fuerza aplastante de la gente la que impone los cambios.
En ninguno de los casos señalados las medidas que pretenden profundizar la democracia, entendida como un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, ha sido impuesta sino por la aplastante fuerza de la mayoría que vota y se organiza. Sacar del lenguaje la sinonimia entre democracia y votación aparece como una tarea pendiente. Definir correctamente el significado de la democracia, vinculando sus tentáculos en la economía, la cultura, y todos los derechos consagrados en la que debiera ser la constitución de todo país decente, la declaración de los Derechos Humanos, debe ser una tarea prioritaria de la izquierda, la única, grande y nuestra.
Y para el efecto, qué mejor que echar un vistazo a los procesos progresistas del barrio y ver en ellos algunas leyes que bien pueden dar luces acerca de la depresión endógena que sufre en Chile nuestra izquierda.
Desde dónde parten esos procesos que han teñido de rojo el sur del continente más golpeados por los norteamericanos y sus socios de la derecha local, sinvergüenzas que se acuerdan de la patria sólo cuando les tocan sus intereses? Apostaron esos líderes y movimientos el todo por el todo a elecciones con el propósito poca cosa de un silloncito parlamentario? ¿Hicieron todo lo posible por abuenarse con los dueños y administradores del sistema para tener cabida en el festín a cambio de agacharse de vez en cuando?
Los procesos latinoamericanos que han logrado apropiarse de los gobiernos y trabajan duramente por conquistar el poder, tienen como factor común a la gente movilizada, organizada, informada y empoderada de un proyecto que sí les toca en el alma y en el estómago.
Mal ha hecho la izquierda de nuestro país de no informarse más de cómo vienen siendo las cosas en países que eran, antaño, los alumnos porros de nuestros poderosos partidos revolucionarios.
Lo que se hace en Bolivia sublevando a los indios que por primera vez en la historia contemporánea, mandan en un país de indios. Lo que sucede en Venezuela cuando la gentuza se adueña del petróleo y de las armas para intentar construir un país en que las riquezas sean de todos y las arman apunten hacia cualquier parte y no hacia adentro. Lo que se intenta en Ecuador, otro país de indios, para redefinir las leyes a ver si por alguna vez en la historia se ponen de parte de la gente. Lo que se intenta en Honduras, una consulta para decir sí o no a una Asamblea Constituyente para que la chusma defina si la ley fundamental que tiene es la necesaria o no.
La sola intención de cambiar las cosas detonó lo que sabemos: asalto a la residencia presidencial, milicos en las calles reprimiendo y sinvergüenzas dando explicaciones por CNN. Mientras tanto, en Chile, traficantes, golpistas, criminales, banqueros, parlamentarios reciclados de la dictadura al amparo de la Concertación, mirando con fruición y nostalgia los movimientos de las tropas por si en este rincón en que las cosas andan bien, hubiera menester.La bestia está viva y tiene sus reuniones clandestinas. Los aplausos al golpe de estado en Honduras por parte de un sinvergüenza que oficia por estos días de candidato presidencial es un dato preocupante. Si este país fuera de verdad decente, habría que meterlo preso una vez pise territorio por apología al fascismo y por vaca.
Cuidado con pedir un Asamblea Constituyente con la gente en sus casas. La profundización democrática en nuestros países, como paso previo a cambios de mucha mayor trascendencia, tienen que afirmarse en la gente movilizada, en sus organizaciones, limpias y decentes, con una izquierda que le pierda al amor a las lucas y a la cosa poca y se proponga derechamente disputar el poder y deje las migajas a las palomas.

Michael Joseph Jackson.

Ricardo Candia Cares
30 de junio 2009
Michael Jackson tuvo el final trágico correspondiente a una vida marcada por las excentricidades que sólo puede darse quien ha logrado acumular una fortuna de proporciones y escándalos en la misma escala.
Sus apariciones en público del último tiempo fueron cubiertas por la prensa como si se tratara de una rareza científica. Su muerte imprevista repone lo curioso de comprobar que artistas que logran elevarse por sobre la faz de la tierra convertidas en figuras inalcanzables, tengan similar muerte: a una edad temprana y rodeados del halo inexplicable del mito. No fue muy distinto el final de Presley, Lennon, Mercury, Cobain, Dean, Marley, Morrison, Hendrix, entre otros varios.
Antes de ser pálido como el color del miedo, Jackson fue negro de nariz chata, hecha por la evolución humana para enfriar el caliente aire africano previo a su paso a los pulmones; tuvo la cabellera impenetrable que protege a los negros del hierro fundido que cae del cielo de ese continente y su piel era de charol para espantar los mosquitos y cerrar con sobredosis de melanina el paso de la luz del día de esas latitudes achicharradas por el padre sol.
Tras gastar un dineral en cirugías transformadas en monumentos a lo inútil, quiso tener la nariz afilada del perfil europeo, el pelo liso de los indios pieles rojas y la piel blanca y suave de los escandinavos. El resultado apreciable detrás de las mascarillas que ahora están de moda por otras razones, fue desde un color overo inicial, hasta lograr una cara de travesti momificado que reflejaba un color parecido a la luna en enero.
El mito al que entró por la fuerza de un infarto, se encargará de trasmitir en adelante todo aquello que no se sabe de su pensamiento y acciones. Las acusaciones de pedofilia, nunca probadas cabalmente, quedarán en el escondite de la leyenda.
Sus hijos, inexplicablemente blancos, rodeados del velo del secreto y de la seguridad extrema, serán objetivos de los fotógrafos y la prensa tendrá un festín estirado al máximo en tanto genere los réditos que se esperan de noticias tan espectaculares como esta. Las casas disqueras habrán disparado sus ventas, los vendedores de imitaciones vaciarán sus stocks, los negociantes del show bussines organizarán eventos imaginativos a precios de asalto y los biógrafos especularán acerca de lo hecho y lo deshecho por este negro azotado por su padre para obtener mejores registros y evitar desafinamientos.
Michael Jackson hizo del rock una manera muy propia para gozar la música y el baile. Sus puestas en escena magnificas, las letras de sus canciones cantadas con voz angelical de castrado, le adjudicaron el record del disco más vendido en la historia. Según se lee, incursionó en distintas variantes de la música contemporánea con indiscutible éxito lo que le valió distintas coronas: rey del pop, rey del rock, rey del soul.
Pero quizás su aporte más importante, a la hora de interpretar lo que pasa en este mundo más allá de los escenarios y el show bussines, lo entrega su porfía por ser algo distinto a lo que la naturaleza le tenía deparado no bien fue concebido por una negra y un negro.
Sus intentos por parecer lo que no era, hizo escuela en este mundo de mutantes, plagado de quienes siendo una cosa sueñan con ser otra. Los del sur quieren ser del norte, los pobres quieren ser ricos, los ricos, aún más ricos, los pobres flacos, sueñan con ser gordos, los malos quieren ser buenos, los buenos quieren sobrevivir.
Un país llamado Chile, en opinión de los que mandan en él, debiera estar ubicado a medio camino entre Washington y Londres y no en este rincón de tercermundistas. En este mismo país, los malos de antes parecen buenos hoy, los buenos de esa misma época quieren ser como sus antiguos enemigos. Las leyes que antes eran pésimas, hoy tienen algo que las hace pasables.
Su paso más famoso, moonwalk, algo así como caminata lunar, es hasta ahora imitado por todo bailarín que se precie. En Chile, algunos políticos han superado al maestro Michael Joseph Jackson, con la perfección de la técnica de caminar para atrás, dando la impresión de estar avanzando.

La mesa dos dice que lo escuchó todo.

Ricardo Candia Cares
26 de junio 2009
Nos contó del camino a San Antonio de los Baños en un barco de tierra que desmembraba tuercas y pistones, dejando a su paso una fumarola más propia de un volcán que de un taxi con todas las de la ley, conducido por Lázaro, un resucitado chofer que aún mostraba en su manera de hablar la alegría de los que vuelven de la muerte.
Dijo que el pueblo en el cual nació Rodríguez le pareció un barrio de gente amable en donde perfectamente ubican al poeta ése que gana dinero y atrae a buses con turistas europeos con ganas de conocer la cuna del trovador. Nos dijo que golpeó la puerta al modo chileno, contrariando la costumbre cubana de llegar y entrar como quién está en la casa del vecino.
Dijo que una abuela con bastante manejo en cuestiones de responder preguntas al modo guajiro, les contó historias del cantor al que no ha visto nunca, pero que por razones del misterio caribe, habita la casa en la que hace mucho más de cincuenta años, nació de la peluquera Argelia y del campesino Víctor, el que ahora conocemos como Silvio Rodríguez.
Confesó que le causó un estremecimiento muy parecido a la emoción estar en donde su compañero de acordes, letras de amor y de combate, vivió hasta los cinco años de su vida, en donde hay un río y el cielo se nutre de papalotes, nubes muy blanca y satélites espías.
No hace falta un mapa de Cuba si hemos de caminarla siguiendo la senda secreta de la poesía de Silvio Rodríguez. Cualquiera que haya escuchado sus canciones podrá desentrañar esos trillos aromáticos si es capaz de observar con ojos, oídos y corazón atentos. Cualquiera que haya pasado por al tránsito misterioso del amor, sabe como llegar al corazón de la amada si sigue el consejo de sus artimañas redobladas en figuras de letras, en dibujos pintados con pinceles de palabras que ponen endeble el corazón, y generan la certeza de llegar al sístole con su diástole. Quizás no para quedarse, pero eso es de otro cantar.
Por eso nos contó que dejó abandonado en el Miramar el librito guía de calles y recovecos habaneros y de la mano de la Paula se aventuró por las calles del Vedado , Centro Habana y La Habana Vieja, para caminar respirando la humedad del Malecón, con su olor al jengibre de la historia que se asoma por los mal cuadrados adoquines de la vereda.
Confesó que la segunda impresión fue La Casa de las Américas y su Árbol de la Vida, sus artilugios mágicos que fabrican canciones y que ha recibido en su seno fraternal a las voces que en nuestra América se enfrentaron al silencio impuesto por los poderosos y la oscuridad de una historia de mentira.
Hace bien escuchar estas narraciones triviales de un periplo por La Habana. Hace bien sentir el humor cubano de las calles, el murmullo en tono alto de sus comadres y aseres, en el vaivén de su cadencia bailantina. Hace bien observar el descascarado frente de las casas carcomidas por la sal y la falta de pintura. Nutre el alma la brisa de la tarde que se viene del mar caribe, transparente, suspendido en el aire tibio del trópico. Hace bien mirar las estrellas si lo permite el aguacero.
Y suponer en las estrellas fugaces de los deseos, no más para sentirse importante, el ojo maligno del imperio que te mira.
Hace bien, no más por probar, como llega el humor sureño, a la ironía cubana que les ha servido entre otras cosas, para sobrevivir con un vecino que le niega la sal, el agua y todo lo demás.
De sobra saben que la mejor medida para la salud de sobrevivientes de todo, es tomar en serio sólo aquello que hace reír. Por eso el taxista sacó la brava ante la pregunta de humor insolente de este aprendiz de Cuba, como todos nosotros.
Dónde vive Fidel, le preguntó con una mirada socarrona que el taxista no vio. No porque estuviera atento a las condiciones del tránsito, recodemos que estamos en Cuba y eso no existe, sino por la brusca manera de estacionar el Lada pintado de taxi a un costado de la ancha calle por la que circulaban bajo la luz del cielo habanero y por girar casi todo su cuerpo hacia el asiento trasero para responder con una seriedad que no admitió respuesta: Con eso no se juega, compañero…!!!
Todas estas cosas nos contó Diego Díaz con la cara iluminada por el Caribe, por Cuba, por la música, por la poesía, por la magia de la guitarra de Silvio, la noche del jueves 25 de junio, en la mesa dos del Cuatro y Diez, cerca de las dos de la madrugada.