martes, 21 de abril de 2009

Misiones militares en tiempos de paz

Ricardo Candia Cares
14 de abril 2009

Para los que puedan haber olvidado, recordemos que aún se mantiene una misión del Ejército chileno en Haití. Según reza el mandato de las Naciones Unidas, ésta tiene por propósito la mantención de un entorno seguro y estable que permita la paulatina rehabilitación de las instituciones, hacer esfuerzos por defender, promover y desarrollar los derechos humanos, entre otros fines no menos significativos.
Es una experiencia trascendente para nuestros hombres de armas acercarse a la realidad de un pueblo al cual sistemáticamente se le han conculcados sus derechos más elementales, que han vivido durante años en condiciones de marginalidad, en un territorio en el que las estadísticas referidas a desarrollo humano palidecen por el drama que esconden.
Es una demostración palpable de que nuestros soldados ya no son lo que fueron. Su demostrable vocación democrática, otrora puesta en dudas por su incursión algo extendida en labores de gobierno, su total adscripción a normas, procedimiento y reglamentos ajustados del todo a los principios del respeto de la persona humana, la democracia, la libertad y los derechos del hombre, hacen revalorar a nuestros hombres de armas.
La ayuda a un pueblo que sufre los rigores del abuso, la pobreza la marginalidad, la conculcación de sus derechos, no tiene precio. Apoyar la superación de las condiciones en que viven, sobreviven, tantos seres humanos, ajenos al avance tecnológico, de las ciencias, de la educación, de los beneficios de la modernidad, bien merece un esfuerzo.Las Fuerzas Armadas han hecho una importante experiencia al tratar con personas que por mucho tiempo no han sabido otra cosa que represión, desprecio y abuso, que han sido aterrorizadas por bandas armadas y que no se les ha sido permitido gozar de los beneficios de la democracia tal y como nosotros la conocemos.
La experiencia ganada en el extranjero sería del todo bienvenida en territorio mapuche. La próxima misión de carácter humanitario que podrían enfrentar las Fuerzas Armadas podría ser en los territorios comprendidos por las regiones del Biobio, la Araucanía, de Los Ríos y de Los Lagos.
Debería, de partida, poner coto a la cacería de mapuche que los ministros de interior y sus respectivos subsecretarios, cada uno a su turno, se han esmerado en perfeccionar. Muchos recordarán las visitas del Ministro del Interior y sus amenazas a cuánto indio tuviera cara de culpable, es decir, a todos. En esa oportunidad olvidó visitar a las familias de los mapuche asesinados, Matías Catrileo y Alex Lemun y aquellas afectadas por allanamientos brutales por parte de bandas de las que es difícil saber su origen porque muchos de sus integrantes actúan enmascarados, gaseando, baleando y golpeando a hombres mujeres y niños sin discriminación.
Ahora que el cabo segundo Harboe es diputado por el arte del chamullo y la movida, hemos dejado de oírle sus amenazas contra todo lo que huela a indio. Sin embargo, consecuente con la política cultural que para el mapuche ha ordenado la compañera Bachelet, hoy hace su aparición Patricio Rosende, antiguo militante del Partido Derecha Republicana y del Partido Alianza de Centro, que desde su puesto de Subsecretario del Interior ha orientado una verdadera cacería de mapuche acusando de terroristas a las víctimas de estas razzias antes que los tribunales digan nada al respecto. Otro Sheriff hace su estreno en sociedad.
Los beneficios que la incursión de las Fuerzas Armadas traería para la defensa de los derechos humanos en una zona en que se violan todos los días, serían notables. La primera vez que el ejército chileno entró en territorio mapuche iba en una misión que aún se llama en los textos escolares, Pacificación de la Araucanía, pero que en rigor fue la ocupación a sangre y fuego de territorios que, de un día para otro, cambiaron de dueños por el persuasivo lenguaje de los Cañones Krupp, las carabinas Spencer, los fusiles Martini-Henry, los Comblain II y el Winchester.
Ahora sería distinto.

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