viernes, 24 de abril de 2009

SIN DESMONTAR

Ricardo Candia Cares
24 de abril 2009
Sin desmontar, bajo una oscura manta de castilla sobre la que chorreaba indolente el aguacero, esperaba frente a la puerta del rancho mortecino. Te estoy esperando, repitió en voz alta por tercera vez. Aguzó el oído para comprender que sólo le respondería la lluvia. Revolvió el barro por enésima vez con los cascos del caballo para hacer patente la impaciencia que lo colmaba. La puerta del rancho se abrió con desgano y ella salió a la lluvia cubriéndose con un rebozo oscuro. Antes de montar de un salto en las ancas del animal, dirigió el brillo de su mirada y su leve sonrisa hacia la puerta por donde salía un haz de luz y el humo de un cigarrillo. Ya nos vamos a encontrar, gritó el jinete antes de espolear brutalmente su caballo y desaparecer en la lluvia, sin alcanzar a escuchar lo que el hombre, con una sonrisa en los labios, le dijo desde el vano de la puerta y que repitió cuando expulsó la colilla de su cigarrillo con sus dedos hacia el oscuro aguacero, cuando quieras.

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