martes, 12 de mayo de 2009

CAMBIA, TODO CAMBIA

Ricardo Candia Cares
12 de mayo 2009

A sus propiedades, casi todo lo que existe, la derecha suma lo que hasta hace poco era enarbolado por la izquierda. El cambio. Quienes reclaman ahora este concepto son los que no dudaron en soltar sus jaurías cuando un presidente propuso las reformas más profundas que jamás se habían concebido en este país. Proponiendo la misma idea de cambio, con algo de amargura y desolación, la Concertación lo intenta todo sin convencer ni a sus incondicionales.
Ahora la consigna principal es el cambio. Todo lo que se ha venido haciendo desde hace mucho hasta hace poco, ha estado mal o casi mal y la cura para superar esos males, está en cambiar. Cambiar hasta que duela.
La derecha, enemiga del cambio desde que el tiempo es tiempo, ahora se llama Coalición por el Cambio. Desde el refugio de lo más conservador y oscuro de la sociedad chilena hoy se levanta una consigna propia de chascones marxistas, de suéteres chilotes, mocasines de reno y practicantes del amor libre en el Parque Forestal.
Cambio también propone la Concertación y erige como su abanderado a Eduardo Frei que en su vida ha experimentado verdaderas mutaciones. De sostener a la dictadura, pasó a ferviente admirador de la democracia y desde ahí a presidente de la república para hacer un gobierno que ya se lo quisiera la derecha. En estos días, el ex presidente ha transformado su look para no parecer lo que es. Eso es cambio.
Todo cambio es válido a condición de que sea transitorio. Ha habido en la historia reciente ejemplos notables. El actual Ministro de Defensa Francisco Vidal, fue militante del golpista Partido Nacional; el ex Presidente Patricio Aylwin, fue impulsor del golpe de estado de 1973; el virus porcino, ahora es humano, por sólo nombrar tres casos representativos de muchos.
Desde el otro rincón, centenares de izquierdistas otrora furibundos revolucionarios, abjuran de sus banderas rebeldes y de sus barbas agresivas. Para las evocaciones románticas, en estos tiempos cambiantes, resulta suficiente escuchar la música de la época en los asados de los sábados e ir a los domesticados desfiles en busca de alguna curiosidad en los mercaditos persas que se instalan en esas ocasiones.
Pero nada más humano que el cambio y nada más injusto que acusar de traición a quien lo practica. En el caso del senador Flores, que antes fue ministro de Allende y hoy es socio de quienes lo pulverizaron usando la Fuerza Aérea, resulta del todo impropio motejarlo de travestido. Al contrario, su mutación terminó con su travestismo, es decir parecer alguien y en verdad, detrás del aspecto, ser otro, para demostrar que siempre ha sido como ahora.
Para decir las cosas según son, el senador Flores salió del closet de la manera más honesta. Porque para que seamos francos, se habrá dicho de izquierda, pero ha sido siempre un viejo facho. Lo seguirá siendo, pero ahora en la derecha. La diferencia no le quita ni le pone.
Sobre el caso del diputado de Marco Henríquez Ominami se ha dicho cuánto se ha querido, sin embargo no se ha valorado aún que su gracia estriba en que es el mejor salvavidas para la Concertación. Su Decálogo para el Futuro resume bastante bien todo aquello que la Concertación viene prometiendo y que no ha cumplido. Tal como lo ha repetido, seguirá en la competencia salvo que Frei asuma los contenidos de estos principios en su Programa. Y de paso, evitar el descalabro.El sistemita da lecciones de autogeneración increíbles. Cuando todo aquello que sostiene su tinglado es un fracaso en cada rincón del mundo, con una cara dura envidiable, asume la necesidad de cambiar como si todo fuera responsabilidad de Moya. La historia la vienen haciendo estos cambios que tienen la virtud de hacer todo lo necesario para que el sistemita se desarrolle y engorde sin mayores preocupaciones.
Asombra la capacidad del sistemita para curar sus heridas. En formas cubiertas de un eficiente camuflaje, sus sostenedores muestran su capacidad para acomodarse a los vaivenes del tiempo y su desgaste. Mediante un cuidadoso lenguaje y delicadas puestas en escena, son capaces de deslumbrar con luces y parafernalias, a la hora de convencer incautos.
Es que el sistema político busca maneras de liberar la energía que las contradicciones internas generan entre unos y otros. Una extraordinaria manera para evitar la descompensación de todo el sistema, es transferir esas energías desbocadas por la vía de los cambios de tiendas o militancias. Así, el delicado equilibrio interno de ese sistema cerrado se mantiene por la vía de esas transferencias energéticas y todo queda donde mismo.
Mientras tanto, quienes creen que la única manera de salvar el mundo es hacer otro mundo, siguen anclados en la nostalgia, empantanados en ensoñaciones, sugiriendo negocios bastardos, mirando el sarao tras los visillos, sin una idea nueva. O con pocas, que para el caso, da lo mismo.
Atrás, muy atrás, tanto que ni la memoria los alcanza, quedaron los sueños de cambiarlo todo.

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