jueves, 11 de junio de 2009

El rey León y la teoría del caos

Ricardo Candia Cares
11 de junio 2009

En las manadas de los grandes felinos se produce de vez en cuando un hecho brutal pero que permite la reproducción de su gen. Un miembro joven del clan disputa a muerte su jefatura, cambiando un macho alfa por otro.
El macho dominante delimitará su territorio y atacará, llegando incluso a matar a quien lo invada. Este macho alfa permitirá a un cierto número de subordinados dentro del coto de caza a cambio de prestar ciertos servicios a su liderazgo.
Por este rasgo jerárquico de la sociedad de carnívoros, los dominantes se adueñan de los mejores territorios, con agua abundante, árboles para la sombra, pastos para sus piezas de caza y refugio para sus crías, subordinando a los sujetos de menor rango. Definen los límites del territorio del que se adueñan, con marcas dejadas por su olor penetrante e inconfundible.
Una vez que comen, los dominantes permiten que se acerquen los subordinados a disfrutar de las sobras que quedan del festín principal.
La conducta humana no es tan diferente a la que se observa en las manadas en las cuales la necesidad de sobrevivencia exige una muy rígida estructura social, donde hay quienes mandan y quienes obedecen, quienes cumplirán el rol de reproductores y quienes morirán vírgenes por la fuerza que impone el macho alfa.
Más o menos como lo que pasa en la Concertación.
Bastó que un postulante a Macho Alfa hiciera su aparición por la sabana, para que los antiguos machos dominantes entraran en pánico y dispusieran a como dé lugar la defensa de su territorio, con sus abundantes manantiales, sus praderas llenas de animales nutritivos, con un sinnúmero de exquisitas piezas de caza para llenar sus abultados vientres.
Un macho joven, por el azar de la sobrevivencia, alcanzó una talla mayor, fuerza, ferocidad y velocidad. Entonces, un día de esos, observando la inmensidad que se extiende hacia el horizonte, decidió retar al macho alfa hasta ese momento dominante.
Este último, avejentado, desgastados sus otrora afilados colmillos, con cicatrices de pasadas batallas, debilitado por los tantos años de mandar, disminuidas sus otrora letales capacidades, presiente el peligro y se defiende. De aceptar la intromisión del nuevo macho alfa, deberá marcharse y morir solo, recordando sus buenos tiempos cuando las manadas que conformaban su dieta estaban al alcance de sus garras y su rugido de cataclismo remecía la pradera.
El cachorro Marco Enríquez Ominami tiene revuelta la manada de la Concertación. Su irrupción viene a desestabilizar un precario equilibrio, que con todo, ha sabido mantenerse durante veinte años sorteando vendavales de distinta naturaleza en la ruda pelea por la sobrevivencia en la selva neoliberal.
La irrupción del diputado cruzándose al ex presidente Frei, ungido en una primaria de jardín infantil, viene, sin embargo, a dar una extraordinaria posibilidad a quienes tienen el interés de mantener las cosas como están, pero con una capa de pintura nueva en la fachada.
El aroma de gladiolos que emana de esta máquina de gobernar y ganar dinero debiera avisarles a los que mandan que se vienen tiempos complejos. Que las variantes para mantenerse en la cúspide depredadora no ofrecen muchas posibilidades. La más novedosa sería ceder el paso al diputado Enríquez Ominami y girar en los grados que sean necesarios.
Descontando el golpe de estado interno, la variable más compleja es democratizar la coalición, actualizar el proyecto neoliberal con ofertas populares que nunca se concretarán, dejar de ningunear al Partido Radical y de una buena vez aceptar el ingreso de lo que queda del Juntos Podemos Más, entre otras medidas de salvación. Esa pátina de viento fresco podría evitar el descalabro.
En forma simultánea, jubilar a los veteranos en algunas embajadas con jardines multicolores, reciclarlos imaginativamente en empresas privadas con ganas de pagar favores concedidos o postularlos con certeza en algunos de los tantos fondos concursables que giran al garete a la espera de quien los rescate.
En ese fenómeno complejo que es la Concertación, empujados por el tiempo y el uso prolongado de los mismos mecanismos, se producen desequilibrios que necesitan ser repuestos para mantener la integridad del sistema. De esa manera, los cambios de bando y banda, las vueltas de carnero, el travestismo, las mariguancias para explicar por qué ahora estoy acá si antes estaba allá, lejos de lo que pueda pensarse, constituyen un mecanismo que tiene la capacidad autoorganizativa de los sistemas complejos para su supervivencia, adaptándolo a las circunstancias ambientales emergentes.
Marco Enríquez Ominami es el efecto mariposa desde el punto de vista de los que no previeron escenarios distintos a los tan habituales. Y es un efecto distractor para muchos que creen que su propuesta es distinta a lo que viene ofreciendo la Concertación.
Lejos, muy lejos de lo que puede pensar un incauto necesitado de ofertas alternativas, el nuevo Macho Alfa de la Concertación sigue siendo un felino que no ha cambiado la dieta de los grandes y conocidos depredadores, ni se propone cambiar la ley de esta selva que hace rato es bastante dura con la fauna menos afortunada.

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