viernes, 3 de julio de 2009

Honduras puede ser un ensayo general

Ricardo Candia Cares
1 de julio 2009

Algo se habrá activado en las glándulas salivales de muchos habitantes de Las Condes La Dehesa, Lo Curro y en la Escuela Militar. Las noticias de golpe de estado en Honduras, el tercer país más pobre de América Latina, habrá gatillado emociones y nostalgias de aquellos que sobrevivieron y se enriquecieron después de haber sustentado, inspirado y administrado el régimen de la dictadura.
La primera lectura de estos criminales solapados será que aún se puede dar la palabra a los tanques, los aviones y los fusiles para poner las cosas en su lugar cuando los habitantes creen que es posible profundizar la democracia y no dejarla sólo reducida al rito de las votaciones, que en la mayor parte de los casos, no eligen.
Al más puro estilo fascista, la derecha y otros tontos útiles asombrados por lo que puede hacer el poder y la gloria, desenfundaron su brazo armado y lo lanzaron a la calle para reponer el sentido común, en plena Tegucigalpa. Está bien que el pueblo vote y se dé gobiernos con algún grado de sentido patriótico, pero de ahí, a querer construir de verdad un país en que la democracia no sea sinónimo de votación, hay harta diferencia.
Bien lo saben lo bolivianos cuando quisieron hacer una Constitución a su gusto y medida. Al gusto y medida de la mayoría como debe ser. Bien lo conocen los venezolanos cuando quisieron hacer las cosas contrariando a como se hicieron por casi ochenta años en ese país y, por amplia mayoría, modificaron lo que se debía para demostrar que nada es inmutable, sólo a condición de que sea la fuerza aplastante de la gente la que impone los cambios.
En ninguno de los casos señalados las medidas que pretenden profundizar la democracia, entendida como un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, ha sido impuesta sino por la aplastante fuerza de la mayoría que vota y se organiza. Sacar del lenguaje la sinonimia entre democracia y votación aparece como una tarea pendiente. Definir correctamente el significado de la democracia, vinculando sus tentáculos en la economía, la cultura, y todos los derechos consagrados en la que debiera ser la constitución de todo país decente, la declaración de los Derechos Humanos, debe ser una tarea prioritaria de la izquierda, la única, grande y nuestra.
Y para el efecto, qué mejor que echar un vistazo a los procesos progresistas del barrio y ver en ellos algunas leyes que bien pueden dar luces acerca de la depresión endógena que sufre en Chile nuestra izquierda.
Desde dónde parten esos procesos que han teñido de rojo el sur del continente más golpeados por los norteamericanos y sus socios de la derecha local, sinvergüenzas que se acuerdan de la patria sólo cuando les tocan sus intereses? Apostaron esos líderes y movimientos el todo por el todo a elecciones con el propósito poca cosa de un silloncito parlamentario? ¿Hicieron todo lo posible por abuenarse con los dueños y administradores del sistema para tener cabida en el festín a cambio de agacharse de vez en cuando?
Los procesos latinoamericanos que han logrado apropiarse de los gobiernos y trabajan duramente por conquistar el poder, tienen como factor común a la gente movilizada, organizada, informada y empoderada de un proyecto que sí les toca en el alma y en el estómago.
Mal ha hecho la izquierda de nuestro país de no informarse más de cómo vienen siendo las cosas en países que eran, antaño, los alumnos porros de nuestros poderosos partidos revolucionarios.
Lo que se hace en Bolivia sublevando a los indios que por primera vez en la historia contemporánea, mandan en un país de indios. Lo que sucede en Venezuela cuando la gentuza se adueña del petróleo y de las armas para intentar construir un país en que las riquezas sean de todos y las arman apunten hacia cualquier parte y no hacia adentro. Lo que se intenta en Ecuador, otro país de indios, para redefinir las leyes a ver si por alguna vez en la historia se ponen de parte de la gente. Lo que se intenta en Honduras, una consulta para decir sí o no a una Asamblea Constituyente para que la chusma defina si la ley fundamental que tiene es la necesaria o no.
La sola intención de cambiar las cosas detonó lo que sabemos: asalto a la residencia presidencial, milicos en las calles reprimiendo y sinvergüenzas dando explicaciones por CNN. Mientras tanto, en Chile, traficantes, golpistas, criminales, banqueros, parlamentarios reciclados de la dictadura al amparo de la Concertación, mirando con fruición y nostalgia los movimientos de las tropas por si en este rincón en que las cosas andan bien, hubiera menester.La bestia está viva y tiene sus reuniones clandestinas. Los aplausos al golpe de estado en Honduras por parte de un sinvergüenza que oficia por estos días de candidato presidencial es un dato preocupante. Si este país fuera de verdad decente, habría que meterlo preso una vez pise territorio por apología al fascismo y por vaca.
Cuidado con pedir un Asamblea Constituyente con la gente en sus casas. La profundización democrática en nuestros países, como paso previo a cambios de mucha mayor trascendencia, tienen que afirmarse en la gente movilizada, en sus organizaciones, limpias y decentes, con una izquierda que le pierda al amor a las lucas y a la cosa poca y se proponga derechamente disputar el poder y deje las migajas a las palomas.

No hay comentarios: