viernes, 3 de julio de 2009

Michael Joseph Jackson.

Ricardo Candia Cares
30 de junio 2009
Michael Jackson tuvo el final trágico correspondiente a una vida marcada por las excentricidades que sólo puede darse quien ha logrado acumular una fortuna de proporciones y escándalos en la misma escala.
Sus apariciones en público del último tiempo fueron cubiertas por la prensa como si se tratara de una rareza científica. Su muerte imprevista repone lo curioso de comprobar que artistas que logran elevarse por sobre la faz de la tierra convertidas en figuras inalcanzables, tengan similar muerte: a una edad temprana y rodeados del halo inexplicable del mito. No fue muy distinto el final de Presley, Lennon, Mercury, Cobain, Dean, Marley, Morrison, Hendrix, entre otros varios.
Antes de ser pálido como el color del miedo, Jackson fue negro de nariz chata, hecha por la evolución humana para enfriar el caliente aire africano previo a su paso a los pulmones; tuvo la cabellera impenetrable que protege a los negros del hierro fundido que cae del cielo de ese continente y su piel era de charol para espantar los mosquitos y cerrar con sobredosis de melanina el paso de la luz del día de esas latitudes achicharradas por el padre sol.
Tras gastar un dineral en cirugías transformadas en monumentos a lo inútil, quiso tener la nariz afilada del perfil europeo, el pelo liso de los indios pieles rojas y la piel blanca y suave de los escandinavos. El resultado apreciable detrás de las mascarillas que ahora están de moda por otras razones, fue desde un color overo inicial, hasta lograr una cara de travesti momificado que reflejaba un color parecido a la luna en enero.
El mito al que entró por la fuerza de un infarto, se encargará de trasmitir en adelante todo aquello que no se sabe de su pensamiento y acciones. Las acusaciones de pedofilia, nunca probadas cabalmente, quedarán en el escondite de la leyenda.
Sus hijos, inexplicablemente blancos, rodeados del velo del secreto y de la seguridad extrema, serán objetivos de los fotógrafos y la prensa tendrá un festín estirado al máximo en tanto genere los réditos que se esperan de noticias tan espectaculares como esta. Las casas disqueras habrán disparado sus ventas, los vendedores de imitaciones vaciarán sus stocks, los negociantes del show bussines organizarán eventos imaginativos a precios de asalto y los biógrafos especularán acerca de lo hecho y lo deshecho por este negro azotado por su padre para obtener mejores registros y evitar desafinamientos.
Michael Jackson hizo del rock una manera muy propia para gozar la música y el baile. Sus puestas en escena magnificas, las letras de sus canciones cantadas con voz angelical de castrado, le adjudicaron el record del disco más vendido en la historia. Según se lee, incursionó en distintas variantes de la música contemporánea con indiscutible éxito lo que le valió distintas coronas: rey del pop, rey del rock, rey del soul.
Pero quizás su aporte más importante, a la hora de interpretar lo que pasa en este mundo más allá de los escenarios y el show bussines, lo entrega su porfía por ser algo distinto a lo que la naturaleza le tenía deparado no bien fue concebido por una negra y un negro.
Sus intentos por parecer lo que no era, hizo escuela en este mundo de mutantes, plagado de quienes siendo una cosa sueñan con ser otra. Los del sur quieren ser del norte, los pobres quieren ser ricos, los ricos, aún más ricos, los pobres flacos, sueñan con ser gordos, los malos quieren ser buenos, los buenos quieren sobrevivir.
Un país llamado Chile, en opinión de los que mandan en él, debiera estar ubicado a medio camino entre Washington y Londres y no en este rincón de tercermundistas. En este mismo país, los malos de antes parecen buenos hoy, los buenos de esa misma época quieren ser como sus antiguos enemigos. Las leyes que antes eran pésimas, hoy tienen algo que las hace pasables.
Su paso más famoso, moonwalk, algo así como caminata lunar, es hasta ahora imitado por todo bailarín que se precie. En Chile, algunos políticos han superado al maestro Michael Joseph Jackson, con la perfección de la técnica de caminar para atrás, dando la impresión de estar avanzando.

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