lunes, 7 de septiembre de 2009

Asesinato en Malleco

Ricardo Candia Cares

Otro azar extrañísimo debe ser el responsable del asesinato del joven mapuche Jaime Mendoza Collío. No se explica de otra manera el disparo que lo mató por la espalda percutado por un carabinero que alega defensa propia. Sin perder tiempo, el sheriff Rosende avala la versión mentirosa de los generales de Carabineros, avisando de paso, que contamos con la mejor policía del mundo.

Como en los mejores tiempos de la dictadura, un asesinato vil es explicado por medio de la mentira. Los enfrentamientos ficticios justificaron muchos asesinatos en tiempos pre Concertacionistas y parecen reeditados sin una pizca de vergüenza. Generales de carabineros que debieran ser llamados a retiro y procesados por mentirosos, no han titubeado en reponer una práctica fascista que se creía extinta.

La bala que mató al mapuche Jaime Mendoza Collío fue disparada por la Concertación. Bachelet es cómplice de ese asesinato. Resulta cínico asumir lo hecho por su gobierno cuando se trata de repartir bonos e inaugurar obras, y no la responsabilidad de su política para el territorio mapuche.

La política represiva en el territorio mapuche no sale de la nada, no es de la propia ocurrencia de represores como Rosende o Pérez Yoma, aunque le ponen bastante empeño. Es una política de estado, administrada por los compañeros de la Concertación, en la cual, hasta donde es posible saber, manda la compañera Bachelet. A menos que los compañeros ministros hagan lo que quieran y ella no tenga pito que tocar.

La tesis de la represión como manera de enfrentar el conflicto derivado de la centenaria expoliación de que han sido víctima los mapuche, ha sido aceptada sin más por las autoridades del gobierno. Los ministros responsables del orden interno han acatado de manera servil las orientaciones que les han entregado la derecha y los latifundistas de la zona.

El estampido seco del balazo cobarde que asesinó a Jaime, rebotó en el silencio cómplice de los que callan. La muerte de un mapuche pareciera ser de segunda clase. Hasta donde se sabe, los campeones de la lucha por la democracia, hasta ahora, no han dicho esta boca es mía.

Las otrora aguerridas organizaciones de trabajadores y estudiantes, que tanto hicieron por la recuperación de la democracia, han guardado un silencio cobarde. Parece que el asesinato de un joven mapuche no amerita un llamado a una protesta nacional. Da la impresión que el mapuche está solo en su pelea. Los asesinatos de Mendoza Collío, de Alex Lemún y de Matías Catrileo no han sido capaces de remecer la modorra que parecen tener estas organizaciones.

Enredados en cálculos electorales miserables, gran parte de la izquierda da vuelta la espalda a la pelea que libran los mapuche. Las banderas rojas no flamean con crespones negros, ni marchan gallardas para exigir justicia y el fin de la represión en las comunidades. Lo dirigentes de la izquierda prefieren aparecer con el candidato de la Concertación a la espera que sobre algo del banquete.

El derecho internacional, y mucho antes la moral, reconoce el derecho de los pueblos a rebelarse contra leyes injusta y a defenderse de genocidio. Las medidas represivas explícita y las que se toman al amparo de las sombras de lo clandestino, son la aplicación de una política que supone al mapuche como un enemigo interno al que hay que controlar con la aplicación de los aparatos de contrainteligencia del estado y de la policía. Se le reprime en tanto mapuche.

Cada una de las políticas implementadas por sus sucesivos gobiernos, han resultado un completo fracaso. En subsidio, han movilizado a la zona a nuevos contingentes de carabineros. Las autoridades delegadas para analizar la situación in situ, han sido las que se relacionan con el orden interno y con la represión.

Las otras, la compañera Bachelet entre ellas, destina tres horas y media en reunirse con el presidente hondureño, víctima de los golpistas. Pero cuando los mapuche le han solicitado ser recibidos, la compañera presidenta no ha tenido tiempo.

La lucha de los mapuche debe ser por su autonomía. A pesar del silencio de muchos, la causa mapuche cuenta con el respaldo de la buena gente de este país y de muchos otros. No es primera vez en la historia que han debido enfrentar una guerra y, a pesar de todo, aún viven y luchan.

Hace rato que viene siendo necesario un levantamiento de todos los mapuche para poner las cosas en su lugar, para obligar a la sociedad chilena a definirse de una vez por todas, y para sincerar las cosas en los políticos que conocen al indio desde las cuatro por cuatro en sus viajes de turismo. Especialmente en esos que son solidarios con las causas de otras latitudes, pero cuando se trata de nuestros indios les aflora esa sensación de desagrado, ese respingo de nariz, esa repulsión de pensar en la posibilidad de tener algo de sangre india en sus delicadas venas. Ese racismo escondido en su disfraz de progresistas.

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