lunes, 7 de septiembre de 2009

Los honorarios de los represores

Ricardo Candia Cares


Cuando se trata de hablar con bronca, el ministro de Defensa Francisco Vidal, ubica sus blancos, aprieta los labios como quien dispara un penal, y expulsa sus decires. Pero se oculta en el silencio cuando debiera comunicar que va a expulsar de las filas a los ex agentes de la CNI que reciben honorarios del Ejército y a quienes los contrataronEl ministro Viera Gallo dice que aún no han sido condenados, por lo tanto es cosa de esperar porque pueden resultar inocentes. La presidente no dice nada, seguramente porque no es algo de su competencia. Para estos compañeros hay que esperar el veredicto de los tribunales porque podría suceder que la verdad jurídica, tantas veces distinta al verdad histórica, decrete que miembros de las brigadas más crueles de la CNI, no se les pueda comprobar delito alguno. Entonces, que no sea posible que se les juzgue porque los testigos que podrían incriminarlos, o están muertos o fueron torturados con la vista vendada. Y tendrían razón. Así, podrían seguir trabajando para el glorioso Ejército de Chile.A pesar de todo, resultar una injusticia que sólo a aquellos criminales que fueron reciclados en el Ejército, sean puestos en evidencia como rémoras vergonzosas de la dictadura militar. La memoria corta de muchos chilenos ya ha olvidado que todos los días es posible ver en la televisión a antiguos funcionarios de la dictadura, con igual o mayor responsabilidad en las matanzas y torturas que ocurrieron en el lapso 1973 - 1989.Ex ministros del dictador, altos funcionarios de su régimen, jefes de su escolta, embajadores, directores de servicios, y muchos funcionarios de rangos intermedios o menores, hoy se yerguen en democráticos puestos de senadores, diputados, alcaldes, concejales, asesores y funcionarios con caras de inocentes palomas.Ha faltado decisión para perseguir a los criminales que han sabido pasar impunes. Se ha confundido el derecho de todas las personas, aún de los criminales, con la falta de decisión para pasar una cuenta legítima a los que no sólo fueron los miembros del brazo secular de la política represiva, sino a quienes diseñaron una política sistemática de represión y eliminación de los que se opusieron a la dictadura. Y a quienes les brindaron elementos para su blanqueo ante el mundo.Los sicarios contratados como asesores por el Ejército, formados en las escuelas que los norteamericanos pusieron solidariamente a disposición de la dictadura, usaron toda clase subterfugios para borrar las huellas de su paso por los campos de exterminio. El uso de nombres falsos, la compartimentación, las capuchas de los prisioneros, la eliminación de todo vestigio material de los lugares de detención y exterminio, permitió un manto de silencio y oscuridad respecto de quienes fueron los ejecutores de asesinatos, torturas y persecución.Pero no sólo han pasado impunes estos funcionarios pagados por el Ejército. Falta saber los nombres de aquellos que infiltraron las organizaciones contrarias a la dictadura. De vez en cuando aparece algún nombre de aquellos, pero el sentido común indica que debieron ser muchos más de los que se sabe. Y que son los responsables de la represión selectiva entre los que jugaron un rol relevante en la lucha contra la dictadura, lo que en muchos casos significó la tortura y la muerte.Falta saber, también, cuántos agentes encubiertos se quedaron en los partidos políticos y quienes son. Resulta ilógico suponer que los servicios de inteligencia no iban a tener un diseño de penetración a las organizaciones sociales y políticas en el largo plazo. Sobre todo cuando en los comienzos, muchos de los que ahora son resueltos defensores de la Concertación y su legado, fueron funcionarios de la dictadura.Es cosa de recordar a los prohombres de la política, de la empresa y el periodismo chileno y sus vinculaciones con la CIA norteamericana, cuyos nombres han emergido de los documentos desclasificados en el último tiempo.De tarde en tarde, estos errores comunicacionales reponen dolores de cabeza que los ministros no quieren tener, sobre todo en épocas de elecciones. Porque esta gente que trabaja para el ejército después de haber sido miembros de esas máquinas de perseguir y matar, equivale a que después de la Segunda Guerra Mundial hubieran seguido activos, cobrando honorarios, los miembros de la Gestapo.

1 comentario:

Felipe dijo...

Hola ¿Existe la posibilidad de saber su correo electrónico para comunicarme directamente con usted?