miércoles, 16 de septiembre de 2009

Inscripciones, plazos, exclusiones y chistes

Ricardo Candia Cares

La razón esgrimida por La Moneda para no ampliar el plazo de inscripción en los registros electorales solicitada por Sebastián Piñera fue la más singular de cuántas pudieran encontrarse: no parecía serio, en palabras de la Ministra Tohá.

Con el mismo sentido del humor, la diputada que derivó en ministra, agregó que al gobierno le parece que esta democracia funciona adecuadamente como para que se estén haciendo cambios en las reglas del juego cuando un proceso está en pleno desarrollo.

La magia de las encuestas CEP detona de vez en cuando estos arrebatos de humor democrático. De un momento a otro a los sostenedores del sistema les baja este afán, probablemente encendido por la inminencia de la primavera. Calculadoras en mano, buscan y rebuscan en las estadísticas los modelos de comportamiento de los votantes y de los más avispados que ni siquiera figuran en los registros electorales.

Quizás un avance observado entre estos últimos, hace presumir a Piñera que agrandar los plazos le permitiría aumentar su caudal de votos. En palacio están de acuerdo con esa conclusión derechista y piensan en la más elegante manera de decir que no. Para el efecto, usan, abusan, de los chilenos que viven en el exilio y los presentan como moneda de cambio, sabiendo con anticipación que la derecha, fachos de tomo y lomo, jamás aceptará una medida de esa naturaleza. Por lo demás, su implementación, no es cosa de de un par de meses.

Lo más abismante de todo es la impavidez con que la mayoría de los habitantes asisten a estos espectáculos propios de la zarzuela. Hay una especie de fascinación colectiva por la mentira, por el chamullo. La tele, cual gigante embaucador de serpientes, muestra discursos, programas, promesas y mentiras varias, mientras muy pocos dicen algo más que esta boca es mía. A la mentira la antecede un anestésico invisible que propicia su tránsito impune.

En los imprevistos ataques republicanos que a los frescos de siempre los hacen aparecer como demócratas confesos, se les olvida cuántas veces, desde distintos ámbitos, se ha denunciado lo antidemocrático del sistema binominal. Lo antidemocrático de todo el sistema. La inscripción es una pata de jaiba si se compara con el hecho de fondo: en este país se vota, pero no se elige. Que se quiera entender como democrático un país en que hay elecciones, es comparable a decir que es justo porque hay tribunales.

El sistema binominal esta diseñado para que este país no sea democrático. El que las fuerzas políticas se repartan el botín, se explica porque son tiras del mismo lazo. Si no les acomodara un estado de cosas que va a cumplir un quinto de siglo, lo habrían corregido. Cada uno de los parlamentarios existentes, es binominal.

Pero también es binominal la educación, la salud, la vivienda, la previsión, los sueldos, el medio ambiente, la riqueza, las tierras, los parques, los lagos, las calles, los edificios, la cultura, la policía, la delincuencia, las cáceles, el aire y el mar.

Los porcentajes de no inscritos, los que no votan, los que votan nulo o blanco, no son todos los que están al margen del sistema. Lo que éstos hacen es aislarse de un sistema electoral amañado que a lo único que responde es a blanquear la trampa. No se ha visto por parte de la Concertación, salvo escasas excepciones, interés alguno en modificar esta forma de votación que es tan cómoda para unos como para otros.

Los marginados, los excluidos, son muchos más que los que mencionan las estadísticas del SERVEL. La mayor parte está en otras locaciones: las cárceles en sus versiones para mayores y para menores, privadas y estatales, los guetos de los anillos marginales de las ciudades, las escuelas municipales, en los sub contratados, en las mujeres temporeras, en los consultorios de las poblaciones, en las colas de las ferias libres, en los pescadores artesanales, entre otros centros especializados.

Estos perdedores, condenados desde siempre a mirar desde debajo de la mesa, no tienen ninguna posibilidad de salir de su inercia. Los que ayer eran sus representantes, rendidos por aburrimiento, flojera o simple convencimiento, ahora han concluido que, mirándolo bien, el sistema no es tan malo.

Y embarcados en las listas de la Concertación, parte de la izquierda, ahora es un socio de la coalición gobernante, para, en sus propias e increíbles palabras, terminar con la exclusión. Qué levante la mano el que crea.

Las otras izquierdas, pobrecitas ellas, deambulan perdidas en la bruma intentando configuraciones que permitan la remota posibilidad de superar el efecto de las fortunas invertidas en el negocio de ser parlamentario.

Mientras tanto, de vez en cuando, las ministra vocera y otros personajes aportan a combatir lo gris del invierno con un humor insuperable. Como por ejemplo, celebrar el bicentenario con ocho años de anticipación.


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